Opinión
Susanna Griso hace análisis sobre la "tormenta perfecta" que llegará tras el verano: inflación disparada, crecimiento raquítico y subida de tipos de interés.
José María Aznar nos vaticinaba en Espejo Público una recesión mundial y pedía al Gobierno que, en lugar de negarla, hiciera pedagogía. Sostiene el expresidente, y en esto coincide con Felipe González, que a la vuelta de las vacaciones, nos vamos a encontrar con la tormenta perfecta: inflación disparada, crecimiento raquítico y subida de tipos de interés.
A nuestro país, además, esto nos pilla con las cuentas sin sanear: el déficit y la deuda están desbocados y si el Banco Central sale en nuestro auxilio será a cambio de un plan de consolidación fiscal. Es decir, nos van a pedir recortes.
El Gobierno considera que esto es alarmar innecesariamente. ¿Lo es? ¿Puede que de tanto decir que viene una crisis acabe siendo una profecía autocumplida?
Un buen amigo economista, cuyo nombre no revelaré para no ponerle en un brete, sostiene que somos propensos al miedo. La humanidad ha vivido el 95 por ciento de su existencia en las cuevas. Por eso, vende más una noticia positiva que una negativa. Y me pone como ejemplo la pandemia. Se dijo que el 90% de los ERTES acabarán en ERES y el 97% han vuelto al trabajo.
También nos vaticinaron que las viviendas caerían hasta un 30% y acabaron subiendo un 5%. Ojalá tenga razón. Y esta vez la profecía tampoco se cumpla.