Turismo rural
El incremento de precios de la luz, el agua y el gas hace que no les salga rentable.
Tessa es propietaria desde hace más de una década de 'El Molladar', un pequeño alojamiento rural en el valle de Salarsa, en Camprodón (Girona). Tiene 5 habitaciones y por primera vez se plantea no abrir en invierno.
Explica que esta zona es muy fría y con el incremento de precios de la energía asegura que no le sale rentable. "Los huéspedes quieren estar calentitos, si viene alguien a pasar el fin de semana, yo tengo que encender la calefacción el jueves, y con los precios actuales es un gasto muy elevado".
De hecho explica que ha pasado de pagar, sólo de factura de luz, de 250 euros al mes a 500 y relata que si este invierno no tiene una ocupación del 100% tendrá que pagar por abrir. "Si ahora una pareja me llama para venir en noviembre para una noche...no me sale rentable", explica.
En su caso, además, ofrece servicio de desayuno y cena a los clientes, algo que incrementa el gasto: "Con la subida del precio de los alimentos y la gasolina que utilizo para ir a hacer la compra a la ciudad más cercana no me salen las cuentas. Cada vez que enciendo el horno, tiemblo".
Relata que vive con incertidumbre y angustia la situación porque "uno no pone en marcha un negocio de turismo rural para hacerse rico, pero tampoco para pasar penurias y ansiedad".
Otros alojamientos cuentan con servicios extra para clientes como la hípica, cuyo mantenimiento también afirman se ha encarecido, sobre todo con la subida del precio de la comida del ganado. Tanto en el caso de Tessa, como el de muchos otros pequeños hoteles rurales más alejados, creen que con la subida de precios de los combustibles la gente que se plantee hacer escapadas de fin de semana optará por quedarse en zonas más cercanas a sus lugares de residencia.