Okupas
María Eugenia se ha derrumbado al ver la cocina quemada, la casa llena de basura y sin muebles. Los okupas habían dejado de pagarle el alquiler hace un año y medio.
"Esto es horrible", dice María Eugenia llorando mientras se acerca a su casa en La Reguera, Asturias. Todavía no ha entrado pero en los alrededores de la vivienda ya puede intuirse el estado en el que se la han dejado los okupas. "Mira cómo lo tengo todo", continúa narrando mientras avanza. Al fondo, en las imágenes grabadas por ella misma en ese momento, se ve el garaje completamente lleno de basura. "Me han destrozado la casa, esto no hay derecho", dice abatida la propietaria.
Cuando atraviesa la puerta, se derrumba: "me han quemado la casa". En la cocina el techo está quemado y faltan los electrodomésticos. "Mira mi salón, todo roto, sin muebles", sigue contando entre lágrimas. Al salir a la terraza, bolsas de basura y un colchón calcinado. María Eugenia no puede continuar grabando.
La casa de sus padres
Un día después María Eugenia ha contado a Antena 3 Noticias la pesadilla que está viviendo. Los inquilinos llevaban tres años en la casa, pero desde hacía un año y medio no pagaban el alquiler. Unos días antes de la primera orden de desalojo los okupas "alegaron vulnerabilidad, que no lo habían hecho hasta ese momento, y se apuntaron los dos al paro al mismo tiempo".
La casa era de sus padres y eso lo hace aún más doloroso. "Teníamos una situación económica complicada, se agravó con la enfermedad de mis padres y decidimos entonces que teníamos que alquilar la vivienda porque para todo no nos daba", nos cuenta. "La vivienda se alquiló totalmente amueblada", continúa, "con todos los enseres, con la vida de mis padres en esa casa". María Eugenia asegura que, desde que dejaron de pagar, intentaron en varias ocasiones llegar a un acuerdo con ellos sin éxito.
"Me han hundido moral y económicamente"
"Poner esa casa ahora a flote es un dineral que yo no puedo con ello", dice María Eugenia. Denuncia que se han llevado los muebles, las camas, una cubertería y hasta los termostatos. Cuando finalmente dejaron la casa por orden judicial, uno de los okupas "salió muy sonriente y orgulloso de lo que había conseguido", asegura, "hundirme moral y económicamente".
Esta mujer, residente en Gijón, todavía no termina de creerse lo que les ha pasado: "no somos fondos buitres ni nos dedicamos a ganar dinero con los alquileres, somos personas normales y corrientes".