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La casa de los 400 Papás Noel que se abre cada año por una causa solidaria: "No imaginé repetirlo cada año, pero la necesidad sigue ahí"

En Oleiros (A Coruña), Fátima Ucieda abre cada año su hogar transformado en un insólito museo navideño. La entrada no se paga con dinero, sino con alimentos o donativos para Cáritas. Una iniciativa que, hasta el 4 de enero, vuelve a demostrar que incluso quien no ama la Navidad puede resignificarla.

La casa de los 400 Papás Noel que se abre cada año por una causa solidaria: "No imaginé repetirlo cada año, pero la necesidad sigue ahí"Antena 3 Galicia

Por fuera, el número 31 de la avenida Ramón Núñez Montero es una vivienda más del centro de Oleiros. Por dentro, cada diciembre ocurre lo mismo: un ejército de barbas blancas, gorros rojos y sonrisas congeladas toma el salón, el recibidor, el patio y hasta los rincones más improbables de la casa. Son más de 400 Papás Noel. Todos distintos. Todos reunidos para una causa que se repite año tras año.

La responsable de esta singular escena es Fátima Ucieda, 76 años, jubilada de banca y voluntaria de Cáritas. Desde hace varias Navidades, abre puntualmente su casa al público durante las fiestas. No es una exposición puntual ni una excentricidad pasajera: es ya una tradición solidaria en Oleiros. "Al principio no imaginé que esto se repetiría cada año, pero la necesidad sigue ahí", explica.

Una tradición con un historia

Paradójicamente, Fátima nunca fue una entusiasta de la Navidad. "En mi familia siempre hubo belén, Papá Noel me parecía una americanada", recuerda. El primero llegó en 1975, como regalo de boda de su marido: un muñeco de peluche que durante años apenas salió del armario. Todo cambió tras enviudar, en 2001. "Creo que empezaron a hacerme compañía", dice ahora, rodeada de cientos de ellos.

La colección creció casi sin darse cuenta. Compraba uno en cada viaje, en tiendas de barrio, en bazares, en Portugal o en Bélgica. Los hay de cristal de Murano, inflables, con música, de tamaño natural o diminutos. Algunos cantan, otros bailan. "A los niños les encantan los que funcionan a pilas; yo prefiero los clásicos, los que tienen cara de persona", confiesa.

Un gran propósito benéfico

Durante años, los Papás Noel fueron solo suyos. Hasta que decidió darles un propósito. Como voluntaria de Cáritas de Santa Cruz, conoce de primera mano la situación de muchas familias del municipio. Cada semana ayuda a preparar cajas de alimentos para cerca de un centenar de hogares. "Pensé que, si tanta gente se interesaba por la casa, podía servir para algo más", cuenta.

Así nació la idea de abrir las puertas cada Navidad. Los visitantes pueden recorrer la exposición entre las cinco y las ocho de la tarde, hasta el 4 de enero, a cambio de un donativo o alimentos no perecederos. El año pasado la iniciativa superó los 4.000 euros recaudados, además de una importante cantidad de comida. Este año, la respuesta vuelve a ser masiva.

Los niños buscan los muñecos que se mueven; los adultos se quedan quietos, observándolo todo. "Son ellos los que más se impresionan", asegura Fátima. Ella monta la exposición en apenas tres días, siempre sola. "Sé dónde va cada uno. Disfruto colocándolos y también cuando toca recogerlos". Algunos, reconoce, son tan grandes que "hasta hacen compañía".

Cambiando la perspectiva

Aunque la casa rebosa espíritu navideño, su dueña sigue siendo honesta: "A mí la Navidad me deprime un poco. Es una fiesta muy pensada para niños y cuando te falta gente, cuesta". Pero ha encontrado una forma de reconciliarse con estas fechas. "Si algo bueno sale de todo esto, si sirve para ayudar, entonces ya tiene sentido".

Cada año, cuando se apagan las luces y la casa vuelve a la normalidad, Fátima guarda a sus Papás Noel con cuidado. Sabe que volverán. Como vuelve la Navidad. Como vuelve la necesidad. Y como vuelve, puntualmente, su casa abierta.

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