US OPEN | 6-3 Y 6-0
La tenista estadounidense Sloane Stephens se proclamó campeona del Abierto de Estados Unidos tras imponerse en la final a su compatriota Madison Keys por 6-3 y 6-0 en un partido que duró una hora y un minuto.
Stephens, de 24 años, debutaba en una final del torneo y de un Grand Slam, igual que Keys, decimoquinta cabeza de serie, que quedó finalista.
Tras el partido, Stephens se fundió en un abrazo con Keys, de 22 años, que no podía contener las lágrimas y, antes de la ceremonia de entrega, se sentó junto a ella, momento en el que se les vio riendo y hablando distendidamente, sin entrever ni rastro de tensión. En este sentido, la ganadora indicó que a las dos nuevas caras de la final les une una gran amistad y que enfrentarse les brindó un juego "especial".
"Si fuera al revés ella haría lo mismo por mí, la voy a apoyar para lo que sea y ella me apoyaría a mí, eso es la amistad", explicó. Antes de levantar con orgullo su trofeo, declaró que se sentía "increíble" por haber ganado el torneo por primera vez, especialmente después de someterse a una operación de tobillo en enero tras la que, si le hubieran dicho donde estaría hoy, lo hubiera creído "imposible".
"Debería retirarme ahora, no voy a ser capaz de igualar esto", bromeó la estadounidense sobre su "vuelta" al tenis, en la que agradeció el papel de su equipo y mostró especial devoción por su madre. "Creo que los padres no reciben suficiente mérito", dijo Stephens, a quien su madre llevó a los 11 años a una academia de tenis, donde recibió una beca.
"Podéis ser como yo", destacó en un mensaje destinado a los niños, mientras que a sus padres les pidió que les apoyaran. Por su parte, Madison Keys reiteró que su rival es una de sus "personas favoritas" y, a pesar de reconocer que no jugó su "mejor tenis" y que estaba "decepcionada" consigo misma, se mostró sonriente.
"He tenido un año muy interesante, con un comienzo duro con cirugía", explicó Keys, quien afirmó que si hace dos meses hubiera sabido que lograría el trofeo de finalista habría estado "feliz" consigo misma. Finalmente, Stephens reaccionó con humor al recibir su premio en metálico, un cheque de 3,7 millones de dólares, y exclamó "¡Eso es un montón de dinero, Dios mío!".