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Rafa Nadal

Rafa Nadal, una despedida mundana a un jugador eterno

Tras dos años luchando contra su cuerpo, el mejor deportista de España se despidió como quiso, pero no como soñó. Sobresaliente en su profesión y alejado de los focos en lo personal, Rafa ejemplificó la sencillez y el trabajo: "Solo soy un chico de un pequeño pueblo en una isla que quería cumplir un sueño". Se retira con el segundo mejor palmarés masculino de la historia del tenis y como uno de los más queridos.

Rafa Nadal durante su acto de despedida en el Martín CarpenaGetty Images

Solo en algunas películas existe el final perfecto, y el tenis, como deporte mundano que es, no tuvo compasión de uno de sus máximos exponentes y leyendas. Rafael Nadal colgó la raqueta como quiso -compitiendo en España y por España- pero no como soñó: perdió su partido individual ante Botic Van de Zandschulp (80 del mundo y que se planteó la retirada en mayo por "falta de motivación") y viendo caer a sus compañeros en un dramático dobles que presenció como uno más desde el banquillo español. Dos derechas del mencionado neerlandés, una paralela ante Rafa que este no pudo defender, y otra al cuerpo de Marcel en el tercer partido, pusieron el punto y final al mejor deportista nacional de todos los tiempos y a una figura inspiradora que va mucho más allá del tenis.

Se fue como quiso, pero no como soñó

Eso sí, la tarde noche de este martes 19 de noviembre estuvo muy lejos de ser perfecta, tal vez la vida y el tenis pusieron ese punto necesario de mundanidad al que todo el mundo se resistía. Rafa quiso decir adiós a este deporte en una pista y no desde el sillón de su casa, pero aparte de la evidente decepción de su posiblemente esperada derrota y el KO de 'La Armada' a las primeras de cambio, el acto de despedida un martes a las 00:30 de la noche ante un Martín Carpena gélido y desanimado, tal vez no fuese la mejor decisión. Todos querían 'desprenderse' del Nadal tenista de forma diferente, pero las circunstancias así lo quisieron.

Un adiós muy lejos de ser perfecto

Estaba claro que el adiós no iba a ser el soñado, como tampoco lo fue el de Federer en 2022, pero el suizo, aunque cayó en su encuentro de dobles junto al propio Nadal, tuvo a Rafa, Djokovic, Murray y compañía a su lado, arropándole cuando las lágrimas brotaban sin parar. El acto nos dejó la imborrable imagen del español y el helvético rotos de dolor en el banquillo entrelazando sus manos y con Novak, Andy, Tsitsipas y Berrettini unos centímetros por detrás. Rafa, cuando la noche ya había caído hace horas en Málaga, terminó rompiendo a llorar con sus propias palabras y el visionado de un vídeo con discursos del Big Three, Serena Williams, Beckham, Iniesta, Rodri y Raúl. Bonito, pero parece que poco trabajado e incluso improvisado. Resumir la carrera de una leyenda del deporte en la proyección de un par de imágenes y testimonios era prácticamente imposible, pero dio la sensación de que ni se acercó a lo que merecía la figura del tenista. Por eso suele decirse que las despedidas son odiosas, básicamente porque las perfectas no existen.

Sin embargo y en cuanto a lo deportivo, el ganador de 22 majors y 92 títulos ATP, sabía perfectamente a lo que se exponía cuando decidió que la Davis en Málaga iba a ser su última pista de baile. Él mostró en todo momento su disposición al capitán David Ferrer, se preparó a máxima intensidad durante las dos semanas previas y el alicantino decantó por elegirle ante Van de Zandschulp. Arriesgado, sí, merecido, también, quién iba a negarle a Nadal el despedirse como él y todos querían... 'Derechos' de una leyenda.

¿Debió jugar el individual?

También es respetable la opinión de aquellos -algunos un poco cenizos- que quisieron separar la despedida de una leyenda con el objetivo de un equipo, ¿acertó Ferrer eligiendo al balear? ¿habría sido más justo que jugase Bautista? Nadie lo sabe, siempre quedará la duda, tal vez la manera correcta de actuar no existía en esta ocasión. O una u otra, pero se intentó un poco de las dos y 'el experimento' falló. Dejarle en el banquillo con cero protagonismo no se contempló (ni se debía hacer), pero tal vez disputar un partido individual, en una superficie siempre esquiva y complicada para el binomio tenis-cuerpo, tampoco fue la decisión acertada. Aunque a toro pasado...

Incluso su último partido dejó constancia de lo que fue este jugador cuando se vestía con los colores de España, la derrota ante Botic fue solo la segunda de toda su carrera en un partido individual de Copa Davis (perdió ante Jiri Novak en su debut en 2004 y ganó los siguientes 29). Ferrer y Nadal pensaron que el final de fiesta podía y tenía que ser perfecto. Pero la edad y la inactividad no perdonan a nadie.

Excelente en la pista y alejado de los focos fuera de ella

Por otra parte, queda el consuelo de que el manacorí, a pesar de ser exigente como nadie en su trayectoria profesional, nunca quiso que así lo fuese su despedida. Siempre fue una persona alejada de los focos, tanto como su inevitable éxito y popularidad se lo permitió, y se cansó de repetir en numerosas ocasiones que no anhelaba despedidas multitudinarias: "No tengo tanto ego, no hace falta que me despida en todos los torneos". Al final, lo que él mismo detalló en su discurso y lo que más importa en esta vida, es dejar un legado más allá del deporte y Nadal, con sus aciertos y errores, fue ejemplo de sencillez dentro y fuera de la pista. Muchos se quedarán con sus yates de lujo, otros con sus partidas de parchís y sus toques al balón de fútbol. Cuestión de puntos de vista... Lo que nadie podrá discutir nunca será su innegable calidad y legado tenístico, pero más importante, su ejemplo e inspiración a presentes y futuras generaciones: "Soy un chico de un pequeño pueblo de una isla que quería cumplir un sueño", sentenció el rey de la tierra.

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