Tenis
El balear se despide para siempre del Mutua pero se apunta su mejor semana en el circuito en más de 600 días. Del "juego aquí porque es Madrid" a mirar con esperanza y optimismo a Roma y Roland Garros. Crónica del último baile de Rafa en la capital.
El último Mutua Madrid Open de la leyenda Rafa Nadal le ha servido para despedirse de un torneo que se lo ha dado todo durante 20 años -y viceversa- pero que también le ha hecho volver a sentirse tenista tras el peor año de su vida (2023) y un inicio de 2024 que se vio truncado muy pronto en Brisbane (microdesgarro). El balear ha jugado cuatro partidos en menos de una semana y ha ganado tres, entre ellos al número 11 del mundo, además de sumar más de 8 horas en pista. Asimismo, el salto cualitativo en el ranking es apreciable: del 512 al 305, y lo que es más importante de todo: ha jugado bien, no se ha lesionado y parece que afronta con ciertas garantías - y eso es mucho decir - los últimos meses/torneos de su carrera.
Hace justo 8 días, Rafa entraba con cara de pocos amigos a la sala de prensa de la Caja Mágica, ni un alfiler cabía, nadie se lo quiso perder. Y es que lo que iba a decir no era ni mucho menos de su agrado, ni de cualquier fan suyo. En resumen, pronunció unas palabras que dejó (nos) helados a todos los allí presentes: "Las sensaciones de la semana no han sido perfectas, con mi mentalidad quizás no saldría a jugar mañana, pero lo que pasa es que es Madrid. Si hoy fuera París, mañana no salgo a la pista", soltó Nadal, así, como si nada. Los periodistas intercambiábamos miradas incrédulas: "¿pero qué ha pasado en estos días?", nos preguntábamos. Cierto es que en Barcelona jugó con el freno de mano echado (ganó a Cobolli y solo le pudo competir un set a De Miñaur), pero salió sano y con ganas de dar otro paso más en Madrid, en cambio, algo debió suceder esos primeros días de entrenamiento en la capital para que todo se torciera, o esa sensación tuvo el español entonces. La realidad es que un día antes de enfrentarse al joven Blanch no sembró la duda sino el miedo y el pánico entre aficionados y periodistas. Qué mal cuerpo nos dejó.
Ni 24 horas después saltó tras dos años a una abarrotada Manolo Santana en la que se respiraba una mezcla entre emoción y drama, Nadal iba a jugar pero nadie sabía en qué condiciones. El torneo ya se curó en salud preparando una posible y precoz despedida, las cinco pancartas (las veces que Rafa salió campeón en Madrid) ya colgaban del techo de la central con sus respectivos hilos, perfectamente visibles desde la grada. Afortunadamente no se desplegaron ese día (el español barrió 6-1 y 6-0 a un Blanch superado de inicio a fin). Tampoco sorprendió. No le hizo falta casi nada. El discurso del mallorquín en rueda de prensa fue positivo pero completamente objetivo porque no hubo partido alguno: "Mi rival ha cometido muchos errores", era el 1028 del mundo. Victoria como la de Cobolli 10 días antes, pero debut superado. Ya era algo.
La prueba de fuego, la de verdad, llegaría dos días después, otra vez De Miñaur (11 de la ATP) al otro lado de la red, la dificultad volvía a residir en pasar de lo más parecido a una exhibición (Blanch) a un partido de máxima exigencia (casi un top 10): "Me sorprendería ganar", aseveró el español en la previa. Pero lo hizo, y en dos sets, llevándose además el primero en el desempate (1h17 de parcial). La altura de Madrid que no suele beneficiar a Rafa fue su mejor aliada para desesperar a un rival que nunca había superado la tercera ronda en la capital (y en ningún Master sobre arcilla), y que esta vez no pudo con el escenario, ni con el rival, que fue mejor. La Caja Mágica hizo de las suyas. El desenlace del segundo fue incluso más sorprendente, no hubo reacción de Alex y Nadal cerró con un 6-3 en 46 minutos para meterse directo a tercera ronda en una Manolo Santana que enloqueció con el nivel de su leyenda más preciada. El de 37 años volvía a sonreír y en tercera ronda le esperaría Cachín, que antes del Mutua enlazó 15 derrotas seguidas. Pese a todo mantenía el tono, la humildad y las perspectivas en rueda de prensa, aunque también se le vio feliz, orgulloso e incluso sorprendido: "Vamos día a día. La vida del deporte cambia rápido y si estoy aquí me doy la oportunidad de que pasen". Nadal nunca tropieza dos veces con la misma piedra. Ya eran dos victorias.
Otro día de descanso y a por el argentino. Nuevo lleno en la central y partido con idas y venidas. Pedro salió tímido, nervioso, sin querer cometer errores y con una sensación de respeto máximo al que era su ídolo y al que le pediría la camiseta, la toalla o "lo que fuera" tres horas después en la red. Primero para Rafa por 6-1 en 47 minutos. Todo iba viento en popa, ya parecía ese Nadal que ganaba partidos como churros sin necesidad de desplegar su mejor tenis. Pero Cachín no fue a pasearse, se sacudió la tensión y se puso el mono de faena en el segundo, hasta 6 roturas hubo en un parcial loco que tuvo para cerrar el argentino hasta con un 1-4, lo levantó Rafa y lo llevó al tiebreak (hasta entonces nunca había perdido ninguno en Madrid, 20 años llevándose todos los desempates). Pero algo de lo ya puede presumir Cachín es de hacerse gigante en un momento de tensión y de birlarle el tiebreak al ídolo local. Nos íbamos al tercero por primera vez en el torneo. Superábamos las dos horas de partido y quedaba todavía un set por jugar, pequeño runrún en la grada (¿Aguantará su físico?), todos nos hacíamos esa pregunta. La respuesta fue 'sí', vaya si lo hizo, otros 52 minutos a las piernas para 'cargarse' al peleón argentino y ganar tres partidos oficiales por primera vez desde el US Open 2022. Rafa ya había 'ganado' su particular torneo. 6 horas y media en cuatro días y tres de tres. ¿Y lo más importante? Sin dolor alguno, lo repetíamos los periodistas pero él lo confirmaba: "A ver cómo me levanto mañana pero ahora no siento ninguna molestia", contaba en rueda de prensa tras más de 3 horas en pista. Escuchar eso fue incluso mejor que la victoria, algunos esperábamos o más bien temíamos que dijera que había notado algo raro o que simplemente estaba 'muerto', pero volvió a dejar una perlita: "Yo nunca me he recuperado mal de los esfuerzos, han sido las lesiones las que me han lastrado".
Apenas minutos antes de comparecer ante los periodistas le confirmaron que jugaría ante Lehecka (partido de octavos) en el turno de noche del día siguiente (30 abril, mismo día que el Bayern-Madrid de semifinales): "Estoy de acuerdo con la decisión de la organización... Veré el Barça (vs Valencia)", dijo al que muchos ya colocan como presidente del Real Madrid en un futuro. A partir de ahora ya había que jugar día sí y día también.
Ante Lehecka (31º) la sensación era diferente, como si Rafa ya hubiera completado con nota su misión en la Caja Mágica (una semana entera jugando y ganando), y sin rastro de molestias. El checo se llevó el partido de octavos en la fría noche madrileña mientras muchos aficionados no daban a basto con un ojo en Rafa y otro en el Bayern-Madrid. Cosas de la vida, Nadal jugó seguramente su partido más completo hasta entonces, así se lo exigió el rival, que estuvo mejor, más incisivo y certero, con más piernas y con unas condiciones que le beneficiaban mucho más. Jugó un partidazo, le salió todo y Rafa cayó tras ceder solo dos juegos al saque, uno en cada set. 7-5 y 6-4 para Jiri en otras dos horas. Ovación, lágrimas en la grada, fotos, vídeos, pancartas y adiós a la leyenda en Madrid, y quién sabe si en España. La Caja Mágica pierde a su gran mago, a aquel cuya presencia marcaba el desarrollo del torneo durante las dos últimas décadas. Se disfruta cuando está y se le echa de menos cuando no. Pero es que se aprecia una enorme diferencia en el devenir de la competición, en las conversaciones entre los mismos periodistas, la aglomeración por los pasillos, el ambiente que se respira, se ve, se siente y que es muy difícil explicar, se detecta simplemente en la mirada de la gente cuando Rafa sigue en el cuadro o cuando ya no está.
Ha sido un Mutua con muchos frutos para el mallorquín, es difícil de creer pero esta semana ha sido la más larga en el circuito desde hace más de 600 días (US Open 2022), justo después del Wimbledon de ese año, Slam en el que sufrió el maldito desgarro abdominal en los cuartos ante Fritz (ganó en cinco sets) que le obligó a retirarse antes de las semis ante Kyrgios y le pudo privar de lo que hubiera sido una histórica final ante Djokovic. Otra más que no pudo darse porque el cuerpo de Nadal no quiso. Ha pasado tanto tiempo y tantas malas noticias desde entonces que los cinco días en Madrid se conciben como un regalo. Touché a lo que dice el de Menorca: "En el deporte las cosas cambian muy rápido", y por fin lo han hecho para bien.
Llegó en un mar de dudas y se fue con más certezas que nunca, la derrota ante Lehecka no dolió, sí lo hizo y mucho lo que esta desencadenaba: su adiós definitivo a Madrid. Sin embargo, el tenista de casi 38 años pudo despedirse en la pista, siendo competitivo y con esperanzas de seguir siéndolo en el Masters de Roma, donde antaño ganó 10 veces y en el que confirmó su presencia este martes (6 al 19 de mayo). Después, no tan lejos pero sí para el actual Nadal, aparece en el horizonte la cita de las citas: Roland Garros (20 de mayo al 9 de junio). 18 días desde ya para seguir entrenando, cogiendo sensaciones, minutos en pista, victorias (las que caigan) y rezando para que no haya contratiempos, que ya ha habido demasiados.
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