LO EXPLICA MERCEDES MARTÍN
Si hay algo que los participantes del Dakar temen más que sus dunas infinitas es el llamado mal de altura. Esa falta de oxígeno en sangre, científicamente llamada hipoxia, que se produce a medida que una persona va subiendo de altitud.
Como los corredores del rally más duro del mundo no son todavía superhéroes (aunque algunos lo parezcan) se han tenido que preparar a conciencia para superar este obstáculo que provoca vómitos y fuertes mareos.
La mayoría de las estrellas del Dakar han optado por prepararse en una cámara hipobárica. Han trabajado con una máscara y una máquina que les reduce la cantidad de oxígeno para simular las condiciones que se han encontrado en el altiplano boliviano, a más de cuatro mil metros de altitud en tramo cronometrado.
Es la mejor manera para aclimatar su cuerpo a esta exigente prueba que se inició en Perú el pasado seis de enero y que finalizará hoy en la ciudad argentina de Córdoba.
Un Dakar duro para Sainz
“En mi caso, el tema de la altura lo he trabajado en hipoxia y el último mes en una tienda de campaña”, declara a antena3.com el piloto de Peugeot, Carlos Sainz.
Desde una rotura en la caja de cambios hasta esa denuncia del fundador de Booking, Kees Koolen, que le supuso una sanción de diez minutos que más tarde le levantarían. El corredor holandés, indignado con la actitud del madrileño, también nos explica su preparación para sobrellevar el mal de altura.
“Me preparo en casa y luego una semana antes aquí en el país”, subraya. El segundo en la clasificación en la categoría de coches tras Sáinz, el qatarí Nasser Al-Attiyah también se ha preparado para combatir los problemas provocados por la altura después de que en 2015 viviese una mala experiencia.
“Recuerdo que en 2015 tuve muchos problemas con la altura en Bolivia. Me puse muy enfermo y estuve a punto de abandonar la competición. Mi copiloto me animó, yo acepté continuar ya que íbamos liderando la carrera. De repente, cuando terminamos en Bolivia, nos fuimos a Argentina. Me recuperé muy rápido y ganamos el Dakar 2015. Inmediatamente tras esa experiencia preparé una habitación especial en mi casa que me ayudó muchísimo para trabajar la altitud. Pero la verdad que espero no tener que volver a Bolivia de nuevo, porque es muy difícil entrenar en esta habitación. Es una locura”, expresa el piloto de Toyota y primo del actual emir de Qatar.
Pero los participantes del Dakar no sólo han tenido que superar la hipoxia. También temperaturas extremas de más de 35 grados y un alto contenido en humedad que han minado a pilotos que se han sometido a etapas de más de 600 kilómetros. A algunos, como a Sainz, les ha afectado más esta meteorología adversa que el propio mal de altura. “No me ha tratado mal la altura. Yo sufro más con el calor”, explica ‘El matador’ que ha vivido toda una odisea ‘dakariana’ al igual que el resto de competidores.
La arena de las dunas peruanas, la altitud del altiplano boliviano, y el calor del accidentado territorio argentino son los tres elementos que han agrandado el desafío del Dakar 2018 para sus corredores, cuya resistencia y capacidad de competencia han sido puestas a prueba hasta el límite.
Máxima exigencia
La carrera ha tenido cinco días sobre el desierto peruano, luego otras cinco jornadas a más de 3.000 metros de altura y culmina con cinco etapas más por la variada y complicada orografía del noroeste de Argentina, sin opción para confiarse un solo instante. A excepción del día de descanso previsto en La Paz, la carrera apenas dió respiro a los participantes, pues desde el primer día se adentraron en el desierto peruano, cuyas dunas de arena fina y blanda fueron las primeras trampas a sortear por los pilotos.
La mayor parte de las etapas en Perú transcurrieron fuera de pista, lo que obligó a afinar las dotes de navegación de los participantes para no quedarse relegados a las primeras de cambio, especialmente en la cuarta etapa, con uno de los tramos arenosos más largos de la historia del Dakar, de hasta 100 kilómetros ininterrumpidos de competición.
Al despedirse de la desértica costa del océano Pacífico, el Dakar tomó altura y llegó por primera vez a la orilla occidental del Titicaca, el lago navegable más alto del mundo, con 3.800 metros de altitud, desde donde partió el segundo tramo cronometrado de la sexta etapa, que terminó en La Paz.
Los corredores aprovecharon el día de descanso en la capital boliviana para coger aire y aclimatarse a la altura, que unida al frío y a la lluvia complicó las pistas que siguieron rumbo al sur.
Seguidamente, los pilotos cambiaron el frío por el calor del norte argentino cuando se adentraron en la provincia de Salta, donde se encontraron con una sucesión de pistas rápidas sin margen nuevamente para el error.