Parapente
Lo que ha vivido el parapentista español Mattin Íñiguez es de película. Salió a dar un vuelo corto, pero las corrientes térmicas le eran favorables y, cuando se dio cuenta, había ido de Pamplona a Lleida.
Volar siempre ha sido un sueño ansiado por el ser humano y algunos, como el parapentista Mattin Íñiguez, pueden decir que casi lo han logrado. Y es que la aventura que vivió este experimentado parapentista es digna de una película. Decidió salir a dar un vuelo corto desde Pamplona, pero las corrientes térmicas le eran favorables ese día y, sin casi darse cuenta, se acabó plantando en Organyà (Lleida), a 300 kilómetros de distancia del punto de despegue.
"Había bien de inestabilidad y dije: '¡esta es la mía!' Me vi metido en una calle de nubes que me llevó hasta Cataluña", explica Mattin Íñiguez a Antena 3 Deportes con tremenda naturalidad.
Un vuelo de 300 kilómetros y nueve horas. De Pamplona a Organyà (Lleida) volando por la cara sur de los Pirineos. Fue aprovechando las corrientes de aire caliente que ascienden hacia el cielo.
"Giras debajo de las nubes para saltar de nube en nube y así vamos recorriendo distancia", detalla Mattin Íñiguez.
El parapentista español voló en solitario, alcanzado velocidades punta de 90 kilómetros por hora, aunque la media fue de unos 33 km/h.
"Fueron nueve horas a una media de 33 km/h. Cuando estás cerca del suelo si que impresiona esa velocidad. Te vas acercando a las nubes y una de ellas me descargó granizo", recuerda Mattin Íñiguez.
El experimentado parapentista llegó a ascender hasta los 2.500 metros a su paso por Jaca (Huesca) e incluso voló junto una serie de aeroplanos. Mattin Íñiguez acabó tocando tierra en Cataluña, donde un amigo le esperaba cerveza en mano. Un vuelo increíble, más propio de una película que de la vida real.
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