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El Real Madrid da la estocada a LaLiga: cuando marcar primero es una trampa

El Madrid sacó la casta de campeón en Sevilla con una segunda parte descomunal: los de Ancelotti acarician el alirón liguero gracias a su enésima remontada.

Locura madridista con el gol de Benzema Efe

El partido en el Sánchez-Pizjuán parecía una trampa para el Real Madrid, que venía de un partido de gran exigencia física ante el Chelsea en Champions y ya era líder destacado en Liga con un colchón considerable de puntos. El ambiente recordaba al 0-4 de El Clásico ante el Barça.

La primera parte confirmó los peores presagios: el Madrid no quería matar la Liga, sino más bien insuflarle vida. Ancelotti se vio sobrepasado por Lopetegui en la pizarra y los jugadores llegaban tarde a todos los cruces. Valverde y Camavinga apenas comparecieron en mediocampo.

Los blancos se fueron al vestuario 2-0 abajo por dos errores individuales desastrosos de Militao. Sin embargo, lo peor era la sensación de que no conseguían encadenar dos encuentros con acierto arriba y una continua presión pospérdida de balón.

En la segunda parte, por enésima vez, todo cambió. Nada excita tanto al equipo de Carletto como una nueva remontada. Es algo díficil de explicar, no digamos ya de comprender: no tiene nada que ver con la táctica ni la técnica, sino con la mentalidad. Y el Pizjuán se lo olía: era Domingo de Resurrección.

Rodrygo, de nuevo el revulsivo merengue, ofreció una exhibición tras el descanso: dio verticalidad al equipo, a lo que sumó su talento individual con un gol y la asitencia en el tanto definitivo de Benzema. Carvajal, muy cuestionado esta temporada, resurgió en el momento clave de la temporada doméstica para dar los otros dos pases de gol a Rodrygo y Nacho.

Arbitraje digno de 'neverazo'

El otro protagonista del encuentro fue Guillermo Cuadra Fernández: en este orden, se comió un penalti por mano de Diego Carlos, una expulsión clarísima a Camavinga por doble amarilla y, para rizar el rizo, negó un gol a Vinícius por mano inexistente tras revisar la jugada en el VAR. Un arbitraje digno de 'neverazo': el peor pecado de un colegiado es compensar un error con otro, sobre todo porque el segundo es consciente.

Fue en la recta final de partido cuando asistimos a una secuencia que define a la perfección al Real Madrid de esta temporada: Nacho festeja el empate y David Alaba se lo lleva a tirones hacia su propio campo: aún quedaban ocho minutos de partido y había que poner la guinda a la remontada.

Los blancos venían de perder 2-0, después de un gol anulado injustamente, y el empate les valía para mantener la distancia en la tabla con el conjunto hispalense. Sin embargo, esa ambición desmesurada explica lo ocurrido en octavos de Champions ante el PSG y en cuartos ante Chelsea.

Y es que, 90 minutos después, definitivamente el partido en el Sánchez-Pizjuán había sido una trampa... para los de Lopetegui. Los blancos están más cerca que nunca de su 35º título de Liga. Contra este Real Madrid, marcar primero es una trampa.

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