Levante 1-3 Real Madrid
Por @MarioCortegana
Pocas cosas dicen más de uno que la lista de últimos emoticonos usados en WhatsApp: un monigote vale más que mil palabras. La del Madrid evidencia su pésimo estado físico y mental. No falta ninguno, desde el sorprendido, hasta el triste, pasando por el cabizbajo, el asustado, el cansado, el del moquillo colgando, el del mocazo bailando, el antipático, el enfadado e incluso el avergonzado. Se nota en el juego, marcado por las continuas desconexiones del partido, quizá por los calambres físicos de sus jugadores, y por las distancias siderales entre líneas.
Y eso que la chavalería se empeñó en que no fuera así. Juventud, divino tesoro... Ante las ausencias de Carvajal y Ramos por sanción, de Bale, Benzema, Marcelo y Modric por lesión, y de Isco, castigado en el banquillo, Mayoral disfrutó con tino de su primer partido como titular, Nacho volvió a sentirse jugador y Lucas Vázquez, que ha pasado por la derecha y sin intermitente a Jesé, dejó claro que para él no iba el improcedente dardo de Cristiano en zona mixta tras el derbi.
Pero la cantera no estuvo sola. Papá Keylor arropó a los niños en lo que pudo, por ejemplo en una intervención dificilísima ante Rossi en el 5', primer síntoma de que el Madrid sigue en la inopia. Los de Zidane tardaron 20 minutos en crear peligro. La jugada nació en Lucas, el mejor de los blancos, y acabó con Mariño evitando el gol de Cristiano. El propio portugués la tuvo de cabeza en el 26', pero nada. Y en el 33', con un chutazo que no amilanó al portero rival, pero tampoco. Tuvo que ser a continuación, cuando el partido se volvió loco y hubo más goles que ocasiones. Tras un penalti cometido sobre Lucas -el mejor, decíamos-, Cristiano hizo el 0-1 y lo celebró como el gol que no metió en el derbi. En el 38', Mayoral chutó un balón que acabó en gol en propia puerta, con coautoría de Mariño y el poste: 0-2. Y el Levante cerró el chaparrón de goles un minuto después, en una acción en la que Casemiro fue arrollado por Rossi, asistente de Deyverson: 1-2.
En la segunda mitad, el Madrid reflejó su incomodidad en las distancias cortas, justo donde más desquicia la ausencia de sutileza. Por eso lo probó desde el perímetro con peligro, primero en las botas de James -fuera- y luego en las de Nacho -paradón de Mariño-.
Los blancos transmitían más control que seguridad, hasta el punto de que Deyverson pudo colarse entre Varane y Pepe y acariciar el balón tan leve como insuficientemente para el empate. La respuesta visitante fue una marcha más en el ataque, la contra como seña. Fueron los ingredientes que alternó o combinó el Madrid para cocinar jugadas de peligro, como un palo en el 60' de Cristiano, que rozó el gol en todo momento. También lo rondó el Levante, con un disparo de Rubén en el 82' que Keylor convirtió en un córner envenenado hasta el '¡ay, ay, ay; uy, uy, uy...!'.
Pero sólo quedaba espacio y tiempo para un gol, que se consumó tras un pase de Cristiano para Isco, sustituto de James, en el 92': 1-3. Jesé, que también salió al final, anduvo cerca de hacer el cuarto en una jugada de superioridad, pero el partido no daba más de sí.
Lo cantó Sabina y se lo puede aplicar el Madrid: este bálsamo no cura cicatrices. Porque la victoria vale lo que supone, tres puntos, pero nada más. El Madrid acabó acalambrado, fatigado ante la extenuación pese a la escasez de armas del oponente. Puesto que no cabe reseñar mejores sensaciones ni mejor fútbol, sólo embellece el triunfo el empate previo del perseguidor Villarreal.