Champions League
Los blancos protagonizan una remontada de otra época en un templo del fútbol mundial: Benzema, Modric, Vinícius y compañía son nuestros Di Stéfanos, Gentos y Amancios.
Esa mañana había muerto Amancio Amaro y, a la noche, el Real Madrid planteó un partido en blanco y negro en Anfield. Desde la primera final en 1956, los blancos no habían remontado un 2-0 en Copa de Europa, competición en la que el Liverpool nunca había recibido cinco goles en casa. Pero para este Madrid, que aún parece habitar en las noches memorables de la Decimocuarta, la palabra nunca solo es una opinión. La eternidad implica excepciones. Retumbar el himno de la Champions League y entrar en combustión su genoma es todo uno.
La realeza continental se distingue entre sí. Tras un solemne minuto de silencio, con Kenny Dalglish honrando la figura del presidente de honor merengue, el inicio de la noche tuvo ecos de Mánchester. Había cuentas pendientes y los 'reds', que no habrían marcado en tres horas en París, solo tardaron tres minutos en adelantarse con un taconazo de Darwin. En el 14 ya iban 2-0 tras un error grosero impropio de Courtois, el héroe de Saint Denis. A esas alturas, los más desmemoriados aguardaban un saco en contra. Adiós a todas las competiciones en febrero. Otro chorreo. Ni siquiera después de la temporada pasada han comprendido que este club no atiende la lógica. A cualquier otro equipo le habrían temblado las piernas y sí, habría salido goleado, pero nadie se mueve al borde del abismo, al filo de lo imposible, como el Real Madrid Club de Fútbol.
Salah, un futbolista que recuerda a Messi por su vertiginosidad con el balón pegado a la bota, estaba haciendo una escabechina por el flanco derecho cuando Alaba recayó de su lesión en los isquios y Nacho le sustituyó para dejar seco al egipcio el resto del encuentro. "Nacho cumple siempre", fue la frase tabernaria de Ancelotti en rueda de prensa. Pero Nacho cumple y mucho, muchísimo más. Carletto hizo también su trabajo cambiando el 4-2-3-1 inicial por un 4-3-3. Pero la noche la vino a dinamitar quien a día de hoy es por derecho la gran estrella del mejor club del mundo: Vinícius Junior. Él insufló aire en mitad de la asfixia.
No se recuerda un cambio tan fulgurante en un futbolista: de los memes a la terna de candidatos al Balón de Oro. Su optimismo es congénito y el Madrid su sambódromo. Un zurriagazo inapelable al palo largo de Alisson, estando rodeado de rivales dentro del área, iluminó de pronto la noche. Corría el minuto 21. Un cuarto de hora después, el azar equilibró la balanza. Vini, que ha aprendido del mejor en eso, presionó al meta brasileño hasta forzar su error. Empate a goles y a pifias por querer sacar jugado siempre el balón. Y sin trifulcas sobre el césped, ni insultos racistas desde la grada. Otro rollo; en todos los sentidos, una catedral del fútbol mundial.
Si un Vinícius en trance había iniciado la tormenta perfecta en la primera mitad, dos viejos rockeros terminaron el aguacero tras el descanso. Para entonces, Valverde había pasado a la izquierda en otro ajuste que remató el encuentro. Puede que Modric y Benzema, 37 y 35 años respectivamente, no estén en el mejor momento de sus carreras, pero calidad les sigue sobrando para salir a hombros de cualquier plaza. Son los globetrotters. Saben cuándo, dónde y cómo. El quinto gol, la manita, fue un monumento. Lukita robó y se fue en velocidad de Bajcetic, la promesa de Vigo que solo tiene 18 años. Una cabalgada como la del PSG el año pasado; una imagen tan poética como concluyente. Controló Karim en la frontal para dejar sentado a Alisson y sortear un mar de piernas colocando el balón cerca de la escuadra.
Fue, en definitiva, una goleada para la historia, una remontada de otra era y también la constatación, una vez más, de que el pasado es el mejor combustible para la voracidad de un equipo que no juega en el presente, sino para las hemerotecas del futuro. Un Real Madrid yeyé redivivo asaltando la casa de los Beatles. Benzema, Modric, Vinícius y compañía son nuestros Di Stéfanos, nuestros Gentos y Amancios. Solo que ellos, metidos en faena, aún no lo saben.