ATLÉTICO DE MADRID | FÚTBOL
Y hubo lleno. La despedida del Vicente Calderón, el último acto relacionado con el fútbol en el coliseo rojiblanco, congregó a miles de aficionados de varias generaciones, un buen puñado de estrellas de todos los tiempos y hasta algunos que bien podrían entrar en una lista de deseos para la próxima temporada.
Bajo un cielo plomizo y con calor veraniego, el acto final llevó a más de 50.000 seguidores por última vez al Calderón, con aire melancólico y menos tensión que la que flota en el ambiente cuando hay puntos en juego.
Ni cánticos, ni bengalas en la llegada al estadio. Muchas familias que ya se lo habían contado todo; de abuelos a padres e hijos, antes del último viaje a la ribera del Manzanares. Pero en el estadio todo tornó a fiesta.
Hubo momentos para homenajear a los campeones de las divisiones inferiores, para saludar el ascenso del filial a Segunda División B, para hacer guiños a la historia (Atlético Aviación) con la presencia del ejército del Aire -cinco paracaidistas descendieron sobre el terreno de juego y la Patrulla Águila sobrevoló el estadio-, pero sobre todo para recordar.
Para ovacionar a aquellos que hicieron historia en el club (desde Luiz Pereira, que con 67 años aún es capaz de vestirse de corto, a Milinko Pantic, que también tuvo su momento al lanzar un córner junto a su ramo de flores) y a los que continuarán haciéndola (Torres, Saúl, Gabi y Koke). El anuncio del equipo de Leyendas del Mundo también deparó momentos especiales.
Desde la tremenda ovación que se llevó Ronaldinho -rival durante muchos años del que todavía se esperan gotas de magia- a los silbidos a Clarence Seedorf, por su pasado madridista, o los aplausos a René Higuita, sin más explicación que la simpatía que despiertan sus excursiones fuera del área.
Por momentos, incluso, pareció una presentación de pretemporada. Saltaba al terreno Riyad Mahrez -mejor jugador de la Premier en 2016-, el bético Dani Ceballos, Nolito...refuerzos a los que no haría ascos Diego Simeone, que se sumaron a la fiesta.
Pero, sobre todo, la despedida fue un motivo para el reencuentro. El terreno de juego se pobló de abrazos entre exjugadores, antiguos compañeros y rivales, que con distintas siluetas -el tiempo, implacable, no pasa igual para todos- volvieron a revivir sensaciones.
Y en las gradas, entre inevitables recuerdos al eterno rival, alguna protesta por haber modificado el escudo, y un emocionante himno cantado "a cappella", la fiesta continuó para los más jóvenes, que no pararon de votar, de cantar, mientras los mayores recordaban hazañas de los que años antes fueron sus ídolos y comentaban su nueva ubicación; en otro barrio, en otro estadio, pero con los mismos sentimientos.