LIGA JORNADA 8 | ATLÉTICO DE MADRID 1-1 FC BARCELONA
Cuando todo parecía de lado local, cuando el resultado era lo único que mandaba en el partido y cuando el Atlético de Madrid se las prometía felices tras hacer un partido serio en defensa durante gran parte del tiempo apareció en el momento preciso el FC Barcelona que, con un centro lateral que remató Luis Suárez en el segundo palo, pudo rescatar un punto y mantener la racha de imbatibilidad. La cena de a dos acabó en un empate cuyo primer plato fue el Atlético y el Barça, el postre.
De aperitivo, para ir entrando en materia, fue Leo Messi, que tuvo una reminiscencia. Aprovechando que el Barcelona vestía también de azul, aunque sin rayas blancas, se imaginó con la obligación y la responsabilidad de tirar del carro como lo hace siempre con Argentina. Acostado en el flanco derecho, necesitó tan solo treinta segundos de partido para dejar por el camino a cinco defensas del Atlético de Madrid, que andaban a la sopa boba, y adentrarse en el área para merodear el primer gol. Atento a esa acción estuvo Saúl Ñíguez, que bajó al barro para echar una mano a Jan Oblak y despejar el peligro a córner.
Porque salvo los primeros cinco minutos de encuentro, en los que el conjunto blaugrana salió más despierto de lo habitual, prestando más atención de lo usual, el Atlético de Madrid fue el solomillo de la mesa durante el primer tiempo. En una clara declaración de intenciones, no entregó las llaves de su mansión, que lucía un perfecto estado en cuanto a césped se refiere. Aplicó lo ensayado a lo largo de la semana y ejecutó una presión alta de la que no podía escaparse el Barcelona en cada salida. Se pegó un banquete de robos en la zona de creación, forzando pérdidas que Correa y Griezmann, a la limón, no terminaron de concretar. Mucha culpa de ello tuvo Ter Stegen, que cortó el bacalao bajo palos con varias intervenciones de grandes quilates.
El plato fuerte de la noche lo presentó encima de la mesa Saúl Ñíguez, que llegó con el pan debajo del brazo en el momento en el que el Atlético más demostró querer hincar el diente. El ilicitano es cubertería plata de ley, de esa que se construye con tiento en La Academia. En una asociación en la que intervinieron hasta nueve futbolistas diferentes – ni Oblak ni Correa participaron en la jugada – y en la que se cocinó a fuego lento (hasta 18 pases sin pérdida), el cuadro madrileño pegó el primer bocado en forma de gol. En términos culinarios, ave que vuela, a la cazuela, pensaría Saúl cuando se le quedó el balón franco en la frontal del área.
Suárez rescata un punto
La retahíla de partidos perdidos por el conjunto rojiblanco contra el Barça en Liga durante la ‘era Cholo’ ha acabado por sentar cátedra. De los errores se aprende y Simeone rebajó tensiones a raíz del primer tanto. Se dejó de ver a un Atlético acelerado, limitado exclusivamente a defender. En consecuencia se hundió en su campo y agrupó líneas para cerrar los espacios. La absoluta dependencia en Leo Messi, el cual afrontó esta cita con tan solo una sesión de entrenamiento, no pudo ni enmascarar la falta de argumentos ofensivos del Barça, que se marchó al descanso con un bagaje de tan solo un disparo a portería en 45 minutos.
El guion de la cena giró tras la reanudación. El Atlético sirvió en bandeja de plata la iniciativa al Barça, con un excelso Andrés Iniesta que acabó por coger la sartén por el mango para cambiar el rumbo. Dirigió al cuadro catalán y filtró pases en busca de un Luis Suárez que perdía cada duelo con Stefan Savic o Diego Godín. El pastel lo descubrió Messi, que se echó el equipo a la espalda. Por sus botas se empezó a cocer el empate, primero con un libre directo que se estrelló contra la madera y después cediendo un balón a Luis Suárez que el uruguayo no supo conectar con el fondo de las mallas.
El paso de los minutos acabó por hacer mella a un Atlético de Madrid que acusó el desgaste. El cansancio acumulado por el esfuerzo de jugar sin balón hizo crecer la figura del Barça. Los cambios de Simeone tampoco lavaron la cara del cuadro madrileño. Ni Fernando Torres, más símbolo que recurso en estos momentos, ni Nico Gaitán, al que ya ni se le espera, aportaron la frescura que sí necesitaba el Atlético ante el indiscutible dominio de su rival.
Los minutos finales fueron un correcalles que acabaron de caer del lado del Barça. La entrada de Paulinho, sin ser determinante, sí influyó en el resultado final. Su pisada llegando desde segunda línea encontró grietas en el sistema defensivo del Atlético. En un centro lateral colgado por Sergi Roberto, esa asignatura pendiente del Atlético desde esta temporada, Savic prestó mayor atención al brasileño y no ayudó a Juanfran, que llegó tarde para molestar a un Luis Suárez que conectó un testarazo para silenciar, literalmente, al Wanda Metropolitano.
El Barça buscó conectar un gancho con el que noquear a un Atlético al que se le hizo larguísima la recta final. Por momentos dio sensaciones de hasta perder el partido, con un Godín que hasta se atrevía con ruletas en su propia área para salir del acoso blaugrana. Pero no solo por las florituras, sino por la ingente cantidad de balones que el Atlético perdió en su zona por no ser preciso. Prueba de ello fue la última acción del encuentro, en la que Griezmann se equivocó de compañero, regaló un balón a Messi y acabó por derribarle en la frontal. Perdonó la derrota el ‘10’, cuyo disparo centrado se encontró con la imponente figura de Jan Oblak.