Liga de Campeones de la UEFA
El Barça cae a Europa League por segundo año consecutivo. El club azulgrana quiso comprar su renacimiento, pero no existen atajos hacia el éxito para un equipo que juega contra sus traumas.
Fue la crónica de un destierro europeo anunciado: el principio ya era el final. Xavi Hernández y toda la plantilla del Fútbol Club Barcelona vieron juntos el triunfo del Inter de Milán ante el Viktoria Plzen y, por tanto, su eliminación en directo desde una sala del Camp Nou. Después, ante una afición que había acudido a apoyarles a pesar del certificado de defunción en Champions League, los blaugranas se volvieron a ver sobrepasados por la engrasada maquinaria de Nagelsmann: el Bayern de Múnich, jugando a medio gas, les ganó en ambición y competitividad (0-3). Nadie como los bávaros ha puesto a los culés ante el espejo de sus miserias; el Barcelona ni siquiera chutó a portería.
El descrédito deportivo es inmenso. Xavi ha tropezado ante los equipos grandes durante la Liga de Campeones de la UEFA insistiendo en los mismos errores: a la zaga, muy adelantada, le ganan casi siempre la espalda, la transición defensiva es calamitosa, Busquets se ve desbordado en ritmo y un Dembélé errático lidera la producción ofensiva. Desde que llegó, el de Terrassa ha reabierto el eterno debate entre estilo y resultado, sin alcanzar ni lo uno ni lo otro... Aunque tampoco se debería llamar estilo a echarle el balón al extremo francés y a ver qué pasa, y a ver qué pasa.
Excusatio non petita
Xavi tiene un relato, pero le desmienten unos números peores que los de Koeman. La figura Guardiola se agiganta ante un técnico inexperto que regresó a la Ciudad Condal con un halo mitológico tras su periplo catarí. Empecinado en el 4-3-3, parece haberse caído del caballo solo cuando ya todo estaba perdido: tras El Clásico optó por alinear cuatro centrocampistas, una herejía hasta la fecha pues, instalado en su púlpito y ajeno a que los rivales juegan con el mismo balón, hasta entonces parecía habitar un metaverso propio.
Escudado en la dificultad del Grupo C y en las lesiones, el técnico se viene parapetando en justificaciones tan peregrinas como la suerte, los detalles o el árbitro. "Lo habíamos hablado", repite machaconamente tras cada error individual de sus futbolistas. Su recuerdo como jugador hacía presuponer la construcción de un equipo más dominador del juego, pero el Barça de Xavi es atolondrado, no controla el centro del campo y busca, apoyado en los extremos, la vertiginosidad. Siempre expuesto en el intercambio de golpes, se encomienda a un Lewandowski desquiciado en las noches europeas.
Desastre económico
En términos económicos, la eliminación de Champions le cuesta al Barça 25 millones de euros, pues tenía presupuestado alcanzar como mínimo los cuartos de final. El club, que vendió su patrimonio para poder fichar y seguir disparando su masa salarial, tendrá que seguir activando palancas. El año pasado, tras la marcha de Messi y en una ruina económica sin precedentes, la caída a Europa League resultaba hasta entendible, pero que ocurra lo mismo una temporada después, tras haber hipotecado el futuro para fichar a 8 futbolistas, roza lo grotesco.
Aun así, todo se perdona a este "equipo en construcción". El Real Madrid estaría en llamas si hubiera sucumbido dos años seguidos en fase de grupos, y quizá ahí radique la diferencia primordial entre ambos clubes; Xavi, a estas alturas, estaría actualizando su currículum. De hecho, solo el club blanco representará al fútbol español en la fase eliminatoria de la Champions League, algo que nunca había ocurrido desde que se implantara el actual formato de octavos (2003-04). Es la cruda realidad del Barça y de "la mejor liga del mundo".
No Messi, no party
Dos años sin Messi, dos años a Europa League. La vez anterior que la entidad culé disputó la UEFA fue en la temporada precedente al debut de Leo, quien, aunque presente en las últimas debacles europeas, mantuvo al equipo en Champions durante 17 temporadas consecutivas. La vida es muy dura sin el argentino y la hemeroteca, implacable. Joan Laporta optó por un gasto elevado porque, según él mismo contó, en el Barça no hay temporadas de transición: tras vender las joyas de la abuela, se agenció un equipo nuevo en busca de un atajo hacia el éxito.
El club hipotecó su futuro a 25 años vista para ganar en el presente, renegando así de su alma. Antaño fanfarroneaban de cantera, explicando sus conquistas como la consecuencia natural de una filosofía de juego, no como un fin en sí mismo. Aquello estuvo bien, pero ahora, tras un gasto de 153 millones de euros en un solo verano para acelerar su renacimiento, ese mismo discurso se antoja la patraña de un vendedor de crecepelo. Con un par de arreglos a Xavi le alcanzó para golear a Athletic y Villarreal, pero con eso en Europa no basta.
Superar la Eurofobia
El Barcelona no ha caído solo contra Inter y Bayern en esta fase de grupos. A estas alturas, el equipo azulgrana se enfrenta al fantasma de las Champions pasadas. Juega contra Dybala, contra Manolas, contra Origi, contra el 2-8 en Lisboa, contra el Eintracht. Para superar su Eurofobia, los de Xavi precisan volver a comprender el espíritu de la competición, algo que pasa superar sus traumas pretéritos y recuperar la confianza extraviada. Es más fácil decirlo que hacerlo porque la Champions League no la gana cualquiera, y esa es una verdad incómoda en Can Barça.