Rayo 2-3 Real Madrid
Recordarán que el pasado 20 de diciembre, cuando Tristán aún no había reventado la barrera de lo fofisano, el Madrid le hizo un regalo envenenado a su afición, un histórico 10-2 al Rayo que no ocultó actitudes pusilánimes. Han pasado cuatro meses y el equipo no ha perdido todos sus vicios -véase la primera parte-, pero sí ha ganado en virtudes -véase la segunda-: ahora la paciencia, el sentido de equipo, el juego y, sobre todo, la garra parecen curarlo todo.
Empezó el Madrid con cinco minutos en los que transmitió sensación de mando, con un tiro al poste de Bale incluido. Fue un fugaz espejismo. Los blancos -esta tarde azules- siguen evidenciando signos de cocinero primerizo: no siempre controla los tiempos, ni los ingredientes y útiles de los que dispone, pudiendo resultar su obra tan apetitosa como incomible.
Y encima tenía delante al Rayo, el equipo que se apropia con exclusividad de muchas banderas, como la de la humildad y la fe. Y por si fuera poco, no estaban solos; nunca lo están. Les acompañaban sus parroquianos, fieles como pocos, como si la lluvia no calase. Era todo tan idílico que hubiera sido una herejía no soñar, no reforzarse en un duelo así con la épica, imprescindible para no morir en este fin de curso invivible. Sólo faltaba una chispa que lo prendiera todo, a pesar del oponente y de la lluvia. Y fue un gol, cómo no. En el 7', una notable acción de Embarba acababa en gol de Bebé: 1-0. Danilo, cómo no, dejó su sello en la jugada. El brasileño sigue con su tendencia peligrosa a salir de cada partido siendo el peor de su equipo y el mejor del contrario. Luego, ya si eso, sus compañeros le van enmendando la plana. Y hasta no es raro que deje una asistencia, como pasó en la segunda parte. Pero antes...
Antes llegó una chilena de Benzema que quedó en simulacro. Dos minutos después, Miku pescó en el área del Madrid, río muy revuelto en la primera mitad: 2-0. ¿Alguien pensó que lo del Wolfsburgo había servido de moraleja? Qué le importará eso a un equipo que vive convencido de que el fútbol siempre da segundas oportunidades.
A punto estuvo Bebé de alejarles de esa autoconvicción con un chutazo desde su casa que salvó Keylor en el 27'. A partir de ahí, el Madrid se rehízo. Por hacer valer aquello de que el que perdona lo paga, ya saben. En el 35', Bale, a lo Santillana, redujo distancias: 2-1. Pero la cosa no iba a ser fácil, ni mucho menos, y no sólo por el marcador. Si el Madrid quería ganar el partido, iba a tener que demostrarlo sin racanear nada y sobreponiéndose a todo, incluso a la lesión de Benzema, cambiado por Lucas en el 42'.
Pero es que este Madrid gobernado por la sonrisa de Zidane parece diferente. Con rotaciones casi obligadas, sancionado Casemiro y lesionados Carvajal y Cristiano, pierde a Benzema y su reemplazo lo hace igual de bien o mejor. No se puede no ser de Lucas. El chaval es la esperanza para los que nunca hemos sido el más guapo, el más listo ni el más bueno. Señoras, señores: confíen. Siempre se puede. El canterano, con más huevos que centímetros, buscó la luna en un salto que encontró un balón de Danilo: 2-2.
Aún quedaba mucho por sudar, claro, pero ya había mucha más confianza que dudas: Goliat iba a ganar a David. Los centrales llevaban minutos haciendo lo contrario que en su cuestionable primera parte. Marcelo, siempre inescrutable, no paraba de abrir vías hacia la remontada. Kovacic había dado la talla pese a la inactividad y Kroos, desfondado, nunca terminaba de desfallecer. Los cambios de Lucas y Modric seguían lanzado al equipo. Y Bale... Bale estaba en modo estrella que cuesta más de 100 millones. El galés no paró de moverse, ofrecerse continuamente, tirar desmarques, volcarse en el desborde. Así, a nueve del final, aprovechando un error imperdonable del Rayo, completó la remontada que vale por una vida extra en LaLiga: 2-3.
No lo hizo con esa intención, pero al final el Madrid burló al Rayo como a un niño pequeño. Le enseñó el caramelo, le hizo creer que era suyo, ilusionándole hasta decidirse a desbocarse y castigarle sin premio. Total, que el pez grande se comió al chico, el rico hizo claudicar al pobre, la lógica pudo al corazón. En fin: la vida.