Atletas olímpicos
Un grupo de escaladores de élite pide a la Federación Internacional de Escalada Deportiva (IFSC) que impida competir a los deportistas con trastornos alimenticios.
Kai Lightner fue campeón del mundo juvenil de escalada, pero después de que a los 14 años le dijeran que su hígado estaba a punto de fallar y de fracturarse la columna vertebral por dos sitios, acabó dándose cuenta de que las restricciones que imponía a su alimentación en busca del éxito se habían descontrolado peligrosamente. Lightner, de 24 años, forma parte de un grupo de alpinistas de élite que hablan sobre los trastornos alimentarios y la Deficiencia Energética Relativa en el Deporte (RED-S), en la que los atletas no comen lo suficiente para alimentarse.
"Muchas organizaciones se preocupan más por los resultados que por los atletas"
Quieren que la Federación Internacional de Escalada Deportiva (IFSC) impida competir a los deportistas insanos, incluso en los Juegos Olímpicos de este año. "Durante muchos años, la IFSC nos ha dicho que le resultaba imposible elaborar una normativa desde el punto de vista jurídico, que su solución era dejar el asunto en manos de las federaciones nacionales", afirma Jenya Kazbekova, escaladora ucraniana y miembro de la Comisión de Atletas asesora de la IFSC.
"Las federaciones nacionales sólo obtienen financiación y reconocimiento cuando aportan resultados, y muchas organizaciones se preocupan mucho más por los resultados que por los atletas", afirmó, añadiendo que la comisión llevaba años expresando a la dirección de la IFSC su preocupación por la salud de los escaladores.
Al luchar contra la gravedad, los escaladores se benefician de una mayor relación fuerza-peso. A muchos les resulta más fácil perder peso que fortalecerse, sin darse cuenta del daño que pueden hacer a su salud. A Lightner, alto para ser escalador, 1,88 m, los entrenadores le decían que tenía "basura en el maletero". "Para mí era como si no pudiera controlar mi altura, pero sí mi delgadez", explica.
La alpinista estadounidense Melina Costanza, de 24 años, se rompió el pie en 2022 mientras entrenaba. Sufría trastornos alimenticios que comprometían su densidad ósea, después de perder peso involuntariamente durante los la cuarentena del COVID, notar que su rendimiento mejoraba inicialmente como consecuencia de ello y luego comer menos.
Los síntomas pueden incluir baja inmunidad, disminución de la densidad ósea y trastornos del sueño. Está muy extendido en la gimnasia, el patinaje sobre hielo, la natación artística y los deportes de resistencia y de peso. En una encuesta realizada en 2022 a 114 mujeres escaladoras deportivas, el 14,9% afirmó padecer actualmente un trastorno alimentario, mientras que el 15,8% dijo no tener la menstruación, un síntoma común de la RED-S.
La frustración hirvió el año pasado después de que la IFSC dejara de medir el IMC en los Mundiales sin dar explicaciones (se reintrodujo más tarde, en 2023, tras el revuelo). "La escalada tiene un problema de peso cultural y sistémico", escribió en Instagram la olímpica canadiense Alannah Yip.
La medallista de oro olímpica Janja Garnbret posteó: "¿Queremos criar a la próxima generación de esqueletos?". Burtscher y otro médico, Volker Schoeffl, dimitieron de la Comisión Médica de la IFSC por este asunto.