Fabio Jakobsen
Se puede afirmar que Fabio Jakobsen volvió a nacer el pasado 6 de agosto. El ciclista holandés sufrió ese día uno de los peores accidentes que se recuerdan en el mundo del ciclismo. En un esprint de la Vuelta a Polonia, Jakobsen se estrelló a más de 80 kilómetros hora contra la valla de llegada. Una secuencia espeluznante que él mismo ha recordado para el medio ad.nl.
"Para la mayoría de los ciclistas era la primera carrera después del confinamiento. Estaba familiarizado con la llegada, la había hecho el año anterior. Izquierda, derecha, luego recto a través de Katowice. La línea de meta estaba donde siempre estuvo: en una pendiente descendente. Recuerdo que estaba de buen humor durante la carrera. Me recuerdo saludando a mi compañero Julius [van den Berg], que iba en el grupo de cabeza. Y que entré en el último kilómetro justo detrás de mis compañeros Davide Ballerini y Florian Sénéchal. Eso es lo último que recuerdo. Todo lo que pasó después está en blanco ", reconoce Jakobsen.
"Mi compañero de equipo Florian puso su bicicleta contra una valla y corrió hacia mí. Vio que estaba tirado en el asfalto, entre las vallas. Había sangre por todas partes. Florian vio que me estaba ahogando con mi propia sangre. No podía moverme, vio el pánico en mis ojos. En un acto reflejo tomó mi cabeza y la levantó ligeramente para que la sangre corriera por mi boca y garganta. Luego me calmé, dijo. Pero él tampoco sabe nada al respecto, su memoria se detiene ahí", cuenta el ciclista neerlandés.
Y es que el accidente fue de tal gravedad que la mayoría de los presentes temieron por la vida de Jakobsen. Por suerte, un comisario de la UCI, que se encontrada detrás de la valla, amortiguó parte del terrible impacto.
"Estaba filmando detrás de una barrera, y básicamente actuó como un amortiguador humano. Si él no hubiera estado allí, habría golpeado la barrera de meta con fuerza y probablemente no hubiera estado aquí hoy para contar la historia", reconoce Jakobsen.
"Esa primera noche me operaron durante cinco horas y me pusieron un ventilador"
Al ciclista holandés le indujeron al coma camino al hospital, donde le operaron de urgencia durante cinco horas.
"Esa primera noche me operaron durante cinco horas y me pusieron un ventilador. Mi primer recuerdo después del accidente son esos tres médicos junto a mi cama. Todo estaba confuso en ese momento. Al día siguiente, Delore (su novia) y mi padre vinieron de visita, vestidos con trajes protectores y mascarillas debido a la corona. El equipo los llevó en avión a Polonia, junto con mi madre, mi hermana y la psicóloga del equipo Deceuninck-Quick-Step. Ellos parados frente a mí con esos trajes, ese fue el momento en que me di cuenta de la situación. Toqué mi muñeca porque quería saber la hora. Dijeron: es sábado a las cuatro. Solo entonces me di cuenta de que habían pasado tres días desde el accidente. Y que estaba en cuidados intensivos en un hospital polaco. No te ponen allí por romperte una pierna. Delore había traído su teléfono celular. Escribí: Dime lo que pasó. Explicaron que me había estrellado contra las barreras durante el esprint", recuerda el ciclista holandés.
El parte de lesiones que sufrió Jakobsen es terrible, como el mismo relata: "Contusión cerebral. Cráneo fracturado. Nariz rota. Paladar roto y desgarrado. Diez dientes perdidos. Partes de mi mandíbula superior e inferior desaparecieron. Cortes en mi cara. Un gran corte en mi aurícula. Pulgar roto. Contusión de hombro. Contusión pulmonar. El nervio de las cuerdas vocales sufrió un golpe. Glúteos muy magullados. El primer impacto fue en mi cara, luego golpeé a ese hombre con el trasero. Cuál fue mi suerte: tengo un culo bastante grande. Ese es también el lugar donde me salieron grandes llagas en la primera semana en el hospital. No pude sentarme durante cuatro semanas. En Polonia no pude hablar. Eso no mejoró hasta que me trasladaron a Leiden, donde me pusieron una cánula diferente".
"Fueron los días más largos de mi vida. Nunca antes había sufrido así"
Jakobsen cuenta cómo fueron esos días en la UCI del hospital y reconoce lo mal que lo pasó.
"Me costaba mucho respirar, temía asfixiarme por la cánula, una especie de tubo en la garganta, pero también por los pulmones contusionados. Me dieron todo tipo de medicamentos que me adormecieron. Mis pies se entumecían, luego mi pelvis, luego mis manos y hombros y eventualmente me quedaba dormido. Cada vez que pensaba: esto es todo, me muero. No lo estaba, pero sentía que sí. Eso sucedió cincuenta, quizás cien veces. Fue un verdadero miedo a morir. Me hizo entrar en pánico, luchando por sobrevivir, luchando por respirar. Eso solo empeoró las cosas. Me dieron más medicamentos para mantenerme callado, lo que me hizo quedar dormido aún más a menudo. Fueron los días más largos de mi vida. Nunca antes había sufrido así. Prefiero correr tres Vueltas seguidas que pasar otro día en cuidados intensivos", explica Jakobsen.
El ciclista holandés cuenta como un sacerdote fue a rezar por él.
"Me preguntaron si podía sentarse junto a mi cama. Yo solo asentí. No soy un hombre religioso, pero pensé: si no funciona, no hace daño. Si hubieran enviado a un imán o a un budista, habría hecho lo mismo. Estaba desesperado, solo quería seguir con vida", realata Jakobsen.
Fueron días muy complicados, pero Jakobsen también recuerda cuando comenzó a pensar que no iba a morir allí, en la UCI de aquel hospital.
"El lunes, mi tercer día en la UCI. Ahí fue cuando pensé: si a estas alturas no he estirado la pata, probablemente no sucederá. También ayudó que Yvan (el médico del equipo) viniera de visita. Me explicó lo que había sucedido y cómo estaba. Estaba junto a la cama con lágrimas en los ojos. Por la expresión de sus ojos, me di cuenta de lo mal que estaba", admite el ciclista holandés.
Por último, Jakobsen analiza lo ocurrido en aquel esprint y la polémica acción de Dylan Groenewegen, por la que la UCI le sancionó durante nueve meses.
"Es muy obvio. Dylan se desvía de su línea y me cierra cuando lo paso. Creo que todos vieron eso. Si me hubiera cerrado un poco antes, habría podido frenar. Si lo hubiera hecho un poco más tarde, habría estado frente a él. En este caso salió mal. No había ningún lugar al que pudiera ir. Creo que íbamos a 84 por hora en ese momento. A esa velocidad, apenas hay tiempo para reaccionar. ¿No me vio? ¿Corrió demasiado riesgo? ¿Quería ganar a toda costa? Sabía que era un final rápido, conocía los riesgos. A mi, esprintar es más que ver la señal de los 200 metros y andar por ella. Es más que golpear los pedales como un loco. Debería haber considerado las consecuencias. Somos seres humanos, no animales. Este es un deporte, no una guerra sin restricciones", concluye Jakobsen.