Cultura
Lo de ayer en el Teatro Kamikaze acabó como los mejores funerales, con una fiesta. "Aquí y ahora", celebrando el momento, se despidieron de su público los cuatro amigos que hace cinco años alquilaron uno de los primeros edificios Art decó de Madrid y lo devolvieron a la vida como teatro. No era el mejor espacio: la sala no era acogedora, las butacas no eran cómodas, hemos pasado frío ahí dentro, pero nada de eso nos ha importado. Comprar entrada para el Kamikaze era eficacia probada, garantía de calidad.
Ocurría en ese teatro que llegabas y uno de los mejores actores de este país, Israel Elejalde, te daba las gracias por venir, te pedía que apagaras el móvil y que disfrutaras. Y ese decírtelo de tú a tú, desde el patio de butacas, hacía que te sintieras en casa. Ocurría en el Pavón que disfrutabas de la más íntima y mejor representación del monólogo de Virginia Wolf, 'Una habitación propia' con Clara Sanchis. Ocurría que veías La otra mujer de Pablo Messiez sobre Nina Simone, al final te podías tomar una copa y en la barra acababas de risas con Fernando León de Aranoa, Joaquín Reyes y el Gran Wyoming. Demasiado para el cuerpo para una de provincias.
Llego al teatro para la última función, las entradas están agotadas desde hace días, los fieles hacen cola. Entro en la librería de segunda mano que está justo al lado. Eva, la dependienta, me cuenta que los kamikazes solían donar libros de teoría del teatro que los estudiantes se rifaban porque son difíciles de encontrar. El chico de la tienda de ropa más cercana me dice que antes de la función siempre se llenaba. Anabel, una argentina rubísima que pasa por allí, me comenta que no sabía que había un teatro, pero al ver el ambiente les ha dicho a sus colegas: "¿por qué no entramos?, ¡qué buena onda!" Me acuerdo entonces de la escritora estadounidense Fran Lebowitz: "Los teatros son importantes incluso para los que nunca han ido".
Dice Miguel del Arco, otro de los kamikazes, que el éxito es la capacidad de ir de fracaso en fracaso con entusiasmo. La primera obra que programaron en el Pavón fue Idiota, la última Yo soy el que soy. Benditos idiotas, ha sido un placer fracasar con vosotros. ¿Dónde es el siguiente?.
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