Premio Donostia
Los actores Manolo Solo, José Coronado y Ana Torrent, protagonistas de 'Cerrar los ojos', nos cuentan las ventajas -y complicaciones- que tiene trabajar con Erice, un director que llevaba treinta años sin rodar un largometraje y que recibe el Premio Donostia en el Festival de San Sebastián. "Trabajar con él ha sido un poco difícil. Es una persona un poco intimidante. Te decía las cosas de una manera un poco hosca".
Separar el artista de la obra. Esa idea tan de moda y políticamente correcta es imposible con ciertos creadores y ciertas obras. Sólo se entiende lo que un artista ha parido conociendo cómo se ha gestado, las circunstancias del padre (o la madre), sus heridas, su forma de ser. También su "puntazo", que dirían en Andalucía. Víctor Erice es un director que está muy unido a su obra, y su cuarta película 'Cerrar los ojos' tiene algo de testamento. Tras 'El espíritu de la colmena', 'El sur', 'El sol del membrillo' y esta nueva película -dada a luz con largas contracciones treinta años después de su anterior largometraje-, nadie duda de la genialidad del cineasta. Una especial sensibilidad que también se nota, eso nos confiesan, en los rodajes. Manolo Solo y José Coronado, mano a mano, nos cuentan cómo ha sido ponerse en manos del genio.
Aún no sé si lo que he hecho le gusta
"Para mí ha sido un poco difícil -confiesa Manolo Solo-. Difícil en el sentido de que es Erice es una persona intimidante. Intimidante de poder, de sabiduría, de clarividencia, de tener muy claro lo que quiere contar y yo sentir a veces que no soy capaz de aprehenderlo, de entender cómo llegar a darle lo que él espera de mí. De hecho aún no sé si lo que yo he hecho le gusta, si está contento con eso o no, porque nunca me lo dijo en ningún momento, era muy duro en ese sentido", se explica el intérprete que da vida a Garay, un director que puede recordar en muchas cosas a Erice.
"Sí, era muy parco en palabras -confirma José Coronado-. Y era muy duro ir cada día a rodar. Era duro, porque era trabajar sin red, sin saber exactamente el ejercicio que ibas a hacer porque no te lo explicaba. Tú te agarrabas al guion, a lo que ponía, pero igual no era eso lo que él quería. Y tampoco te lo decía. Quería que llegases tú a ello sin saber. Era de una sencillez tan compleja o de una complejidad tan sencilla que era un vértigo diario", apunta el actor. Coronado es Gardel, un actor que desaparece en un rodaje en el pasado.
Los recuerdos del rodaje le asaltan entonces de nuevo a Solo que continúa: A lo mejor te decía lo que fuera de una manera hosca o áspera para mí, algo también difícil de gestionar como actor para mí, cómo sobreponerte a eso que no entiendes bien, dicho de una manera desabrida y cómo ponerte delante de la cámara después de un cierto vapuleo, que no sabes muy bien qué tiene que hacer". A lo que Coronado concluye, siempre también con mucho respeto y admiración: "Nunca, nunca nos acarició".
He aprendido a callarme la boca
Ambos actores brillan en sus interpretaciones y será lógico verlos en muchas listas de nominaciones y premios por esta película. Ahora les trasladamos otra pregunta, ¿qué han aprendido del maestro?
"Humildad, callarme la boca", responde rápidamente Manolo Solo. "He aprendido a callarme la boca, aunque haya momentos en los que moriría por comentar algo, morderme la lengua, guárdarmelo para mí". De nuevo Coronado recoge el guante. "Yo he aprendido amor al oficio, respeto, porque notabas lo personal que era esta película para él. Y eso significaba que, a la hora de acometer lo que tú le ibas a decir, 'yo es que pienso', Erice no se lo tomaba como director, sino como persona. Se enfadaba, era muy niño enrabietado". Y Solo apostilla: "Como si fuera un cuestionamiento más que una proposición de complicidad para ayudar".
Ambos actores coinciden en que esa pasión nace de su amor al Cine, con mayúsculas: "Erice contaba -explica Coronado- que entendió por primera vez la diferencia entre el bien y el mal siendo un niño en una pantalla, viendo cine. A él el cine le ha marcado mucho más que a cualquier ser humano y le ha hecho ser el gran cineasta y el gran genio que es a la hora de contar historias. Víctor es cine y cine es Víctor. Creo que esta película es un cierre del círculo, tanto de su vida personal como profesional".
Otra perspectiva sobre el genio y sobre trabajar con él nos da Ana Torrent. Erice la descubrió hace cincuenta años en 'El espíritu de la colmena' y desde entonces han mantenido, de una u otra forma, el contacto: "Él ha sido una figura clave en mi vida. Para empezar no sé si me hubiera dedicado al cine si él no me encuentra esa mañana en mi colegio, cuando buscaba una protagonista para su primera película. Erice marca mi vida desde los seis años, de alguna forma. Siempre hemos estado unido y en contacto en este tiempo: dónde estábamos, qué hacíamos... Él siempre se ha preocupado también por mi vida. Ha sido una figura fundamental, siempre ha estado ahí y ha sido muy bonito este reencuentro por el cariño, la relación, por todo, por la película, por lo que es Víctor Erice, cualquier lado que lo mire ha sido de las cosas más bonitas que me ha pasado volver a trabajar en esta película", asegura la actriz.
Para ella Erice ha sido un maestro: "Me ha enseñado a amar un tipo de cine, a un compromiso con lo que estás haciendo, a una implicación y entrega absoluta, que son cosas que Víctor ha demostrado siempre. Como actriz hemos tenido conversaciones muy interesantes sobre la actuación, él también me ha visto varias veces en teatro, y en cine, y hemos hablado, del poder de la imagen, de la pantalla, del montaje, de hasta dónde llega su trabajo como director".