FERIA DE ANIVERSARIO
Pero por encima de todas las consideraciones a favor que tuvo el festejo, hay que destacar la actuación de Ventura, rozando la perfección en su primero y con rabia y ambición en el sexto para amarrar la ansiada Puerta Grande, la novena en su todavía corta carrera.
Ventura midió bien las posibilidades de su primero, castigándole de salida lo justo, con un sólo rejón. Y a partir de ahí, en banderillas, lució la destreza del jinete y el valor de sus caballos para ejecutar las suertes con ajuste y suma limpieza, dejando llegar mucho al toro. Los galopes al entrar y al salir de las suertes con los pitones a milímetros. Los encuentros, siempre al estribo. Y certero en todos los casos, clavando arriba.
Mención especial para "Distinto", caballo que hace honor al nombre, por la elegancia y los arrestos en el cite, la serenidad para aguantar, quietísimo, en un admirable quiebro, sin espacio para salir. Desafío que volvió a repetir antes de adornarse con las cortas, tres, sin interrumpir el carrusel. La plaza estuvo varias veces boca a bajo, es decir, aplaudiendo de pié, en clima de enloquecido frenesí. Sólo el pinchazo previo al rejón definitivo impidió que cortara el doble trofeo. Pero la oreja que paseó fue de mucho peso.
Y en el sexto, la misma disposición y tantos aciertos. Aunque el toro aportó menos, lo compensó Ventura echándole si cabe más arrestos. La faena fue sobre todo espectacular, también muy efectiva, naturalmente más cargada de "efectos especiales", pero con la misma sinceridad y entrega que en la anterior. La gente enloqueció con el rejón de muerte, y más allá de la oreja que volvió a cortar Ventura llegaron a pedirle la segunda, que ya el presidente no concedió.
Clima triunfalista en los dos toros de Montes, que "lo vendió" todo muy bien, con llamativas galopadas, veloces carreras y demostraciones de buena monta. En banderillas recurrió Montes a las corbetas, lanzando el caballo hacia adelante en los cites a distancia. Sin embargo, notablemente desigual al clavar. No redondeó en su primero, y tuvo la suerte de matar a la primera en el otro, cortando así una oreja.
Cartagena, con un lote imposible, se esforzó mucho, haciéndolo él prácticamente todo en sus dos astados. Con el manso y aquerenciado primero, tragó una barbaridad, y en más de una ocasión tuvo que recurrir a los violines para clavar. También el cuarto se hizo el fuerte en tablas, paradito y muy complicado, esperándole para pegarle el arreón por sorpresa. Bien Cartagena, aunque sin el reconocimiento debido.