Ibiza
Hoy, 1 de marzo, es el Día de las Islas Baleares. Lugares que, siendo los mismos, son otros en invierno: lejos de las aglomeraciones de turistas. A excepción de Mallorca, el resto de islas recuperan su tono pausado. Formentera, Cabrera o Menorca lucen sus espacios al natural. Pero es Ibiza donde la transformación es más evidente. La música electrónica, las fiestas y el glamour dejan paso al encanto auténtico de sus pueblos casi solitarios, de calas vacías y de atardeceres únicos, solo para ti.
Ibiza en invierno. Suena a contradicción. A finales de octubre comienzan a barrerse los papelillos con los que cada noche se crean nubes de colores en las fiestas de Platja d´en Bossa. El sueño musical de Ushuaïa (nos referimos al hotel y no a la ciudad más austral del mundo, capital de la provincia de Tierra de Fuego, en Argentina) resuena todavía en la memoria instagram de los que pasaron por allí el último verano. No será hasta el próximo 27 de abril cuando de nuevo aquí comiencen las fiestas. Un día antes Pachá o Amnesia realizarán su Opening party, como se dice en el segundo idioma de Ibiza.
Mientras inverna su actividad, la isla se acomoda a los usos y disfrutes de sus habitantes locales. Salvo alguno de los populares mercadillos de apellido hippie (Las Dalias, Sant Jordi, Forada o Sant Joan) que permanecen abiertos todo el año, las señas de esta cultura, que permitió ubicar para el resto del mundo esta isla en los años 60, son ya fragmentos de su historia. Queda una escultura en el paseo marítimo como homenaje a los hippies, pero no reproduce una escena original de Ibiza. Se trata de una obra en bronce inspirada en una fotografía que Toni Riera realizó en Amsterdam.
Como decía, Ibiza en invierno es una contradicción frente a la vorágine de multitudes abarrotando sus calles y calas. Su puerto se queda pequeño: Di Caprio, Mick Jagger o Jeff Bezos han fondeado sus lujosos yates en él. Se dice que el aeropuerto de Ibiza es el que tiene la mayor terminal para jet privados de toda España. “Aquí, en verano, hay lugares que se respira dinero, mucho dinero”, me cuenta Raúl, uno de los guías que lleva años viviendo en la isla. “Si nos preguntan a los que aquí que elijamos entre invierno o verano… no dudamos. Nos quedamos con el invierno”.
Porque es en esta época cuando la isla desvela su autenticidad. Perderse por cualquiera de sus carreteras y acabar frente al mar: playas o calas solo para ti. Cala Comte, Benirrás, Xarraca, San Vicente o Cala Salada se convierten en lugares de retiro casi espiritual en esta época. Te da tiempo a descubrir lugares menos conocidos como Sa Figuera Borda. En la mayoría existen chiringuitos como El Bigotes, pero no los busques ahora: están todos cerrados. No se puede tener todo. A cambio disfrutarás de atardeceres únicos sin tener que esquivar a la gente, como ocurre en el mirador de Vedrá o el Faro de Moscarter.
Piérdete por sus pequeños pueblos y toma, en el único bar abierto, un café caleta. Es el más típico de la isla. Una variación, dicen, del que se toma en Galicia con orujo. Aquí lo mezclan con ron, brandy, canela, rodajas de limón, naranja y lo dejan infusionar. Perfecto para una sobremesa después de haber disfrutado con su plato icónico: bullit de peix. Se hace un guiso con diferentes pescados de roca que te sirven con una salsa (parecida a una mayonesa muy ligera, casi aguada). Este plato tiene un segundo pase: cuando te traen una paella de arroz a banda realizada con el agua de la cocción de los pescados. ¡Tremendo!
Como el arroz de matanza. Un plato típico de invierno. Como habrás supuesto ligado a la matanza del cerdo, utilizando distintas partes de este animal aunque también hay quien le añade pollo y hortalizas. Y rematando el menú… dos dulces: greixonera (una especie de pudin que tradicionalmente utilizaba la ensaimada sobrante del día anterior) o el flaó (una interpretación de la tarta de queso a base de leche de oveja o cabra y aromatizado con hierbabuena). Una gastronomía poco conocida más allá de sus costas (el factor insular de nuevo juega en su contra) y que en época estival tiene que competir con las demostraciones de grandes chefs vinculados a los más importantes hoteles: Paco Roncero al frente de Sublimotion, el menú más caro del mundo, 1.650 euros por comensal, Martín Berasategui, Cañitas Maite, Óscar Molina, Álvaro Sanz…
“Ella yacía en la sombra de la ola…Verde es el color de su naturaleza”, dice una de las canciones que Pink Floyd compuso para la banda sonora de la película ‘More’. Una película que en buena parte se rodó en Ibiza y que hizo que miles y miles de alemanes quisieran descubrir esta isla en los años 70. Y eso es algo que todavía se mantiene: su verdor. Un lugar lleno de pinos, según la traducción del nombre que los cartagineses pusieron a Ibiza y Formentera: pitiusas. El glamour y las lentejuelas todavía aguardan su turno. Efímeras fantasías de una isla que en invierno es otra sin dejar de ser la misma. Como ocurre en Menorca, Cabrera, Formentera y Mallorca. Lugares que en invierno verás con otros ojos.