MUESTRA DEL PRIMER BOHEMIO DEL S. XX
"Mata múa" es quizá la obra más emblemática de Paul Gauguin ya que simboliza como ninguna otra, el paraíso vírgen, que el pintor francés buscó incansablemente hasta el final de sus días. Abandona una exitosa carrera de corredor de bolsa en París y a su mujer y a cuatro hijos, en un recorrido que le llevó por Martinica, Bretaña, Provenza... y que acaba en Tahití, en los Mares del Sur, donde cree haber encontrado su sitio.
La de Gaugin fue una carrera tardía. Bebe de maestros antiguos como Boticelli o Durero y de otros contemporáneos como Pisarro o Degas. Un cocktail de tradición y modernidad con el que crea un estilo propio.
"Ya no hay una imagen pictórica real, sino como una especie de melodía de colores que transmite sensaciones al espectador". Kandinsky o Matisse, y muchos otros, no dudan en seguir sus pasos.
"Estos retratos pintados en la Polinesia por el alemán Nolde tras la muerte de Gaugin son una muestra de la influencia del francés en las generaciones posteriores. Pintores que le emularon en la búsqueda de lo exótico en un mundo cada vez más globalizado".
Gaugin fallece a los 55 años, cuando, tras décadas en las antípodas, cuando había decidido buscar su ideal, paradojicamente... en la vecina España.