CON 16.000 ESPECTADORES
Samuráis, equilibristas, monjas con poca ropa, guiños sexuales, coreografías espectaculares y toreros. Todo eso y mucho más ha ofrecido Madonna en su concierto en Barcelona, donde ha demostrado que sigue en plena forma y dispuesta a seguir reinando en el mundo del pop.
En el primero de los dos conciertos de Barcelona, única parada española de este gira, la diva ha conquistado al público y ha conseguido hacerle olvidar el frío que ha pasado en la larga cola formada para acceder al recinto. El espectáculo ha empezado con más de una hora de retraso porque Madonna no ha querido aparecer sobre el escenario hasta que todo el mundo estuviese dentro del Palau Sant Jordi y la entrada al recinto ha sido muy lenta por los exhaustivos controles de seguridad que se han impuesto tras los atentados de París.
Los 16.000 espectadores han soportado colas kilométricas para pasar los controles, pero el sufrido público se ha olvidado de las esperas y el frío en cuanto la reina ha salido al escenario y ha recorrido la pasarela con luces rojas y forma de corazón, preparada para hacer entrar en calor a los asistentes. La aparición ha sido grandiosa, como todo en este exhuberante espectáculo, y la primera visión que el público ha tenido de la reina del pop ha sido bajando de los cielos dentro de una jaula de hierro, mientras abajo le esperaba todo un ejército de samuráis bailando y blandiendo espadas.
Madonna ha hecho acto de presencia ante sus seguidores en Barcelona al ritmo de 'Iconic', uno de los temas de su último disco 'Rebel Heart', que da nombre a la gira mundial que empezó este verano en América y todavía tiene que llegar a Australia y Asia.
A pesar de que este disco no ha gustado a todo el mundo, la cantante parece estar muy orgullosa de sus nuevas canciones y ha repasado exhaustivamente su nuevo trabajo discográfico. Los grandes éxitos han llegado más tarde. Sin buscar el éxito fácil, algunos se han escondido dentro de pupurris y otros entre arreglos nuevos. Ese ha sido el caso de 'Who is that girl' y 'True Blue', que ha cantado en versión acústica, o de las revisiones electro-pop de 'Like a Virgin' y 'Material Girl'.
Este icono del pop lleva varias generaciones en la brecha, así que ha podido sacar 'hits' de los ochenta, como 'Holiday', de los noventa y el siglo XXI. También su público pertenece a varias generaciones y al Palau Sant Jordi han acudido padres acompañados de sus hijos adolescentes, otros que tienen los hijos más mayores y ya no les acompañan a los conciertos, pandillas de chicas jóvenes con melenas rubias como su ídolo y muchos homosexuales.
Todos se han dejado conquistar por la ambiciosa rubia, que ha bailado, ha hecho bailar y ha dado algunas sorpresas, como el momento en que ha subido al escenario el modelo Jon Kortajarena, al que Madonna ha intentado convencer para que se quitara la camiseta. Kortajarena no lo ha hecho, pero sí sus bailarines, mientras Madonna decía lo que sabe en español: "caliente", "te quiero mucho" y poco más.
Las dos horas de concierto han estado salpicadas de interludios amenizados con vídeos, para que la artista pudiera cambiarse de ropa haciendo honor a la tradicional importancia del vestuario en sus conciertos. En esta ocasión se ha vestido con falda flamenca, aires mexicanos, traje de torera y modelito de corista de los años veinte, entre otros estilos.
Capítulo aparte merece el escenario, que constantemente se ha abierto y cerrado por diferentes lugares para hacer aparecer y desaparecer personas y objetos, algunos tan grandes como un automóvil o una pared. También ha habido momentos de acercamiento al público, como cuando Madonna se dirigió a los suyos diciéndoles que son unos "supervivientes" y hay que "seguir luchando" con "amor y compasión". Pero las penas y las luchas han estado en general poco presentes en este espectáculo, destinado sobre todo a hacer olvidar los