"ME HE QUEDADO MUDO", DICE TRAS EL FALLECIMIENTO
Comimos mano a mano, en su casa, hace apenas unas semanas. Había preparado, como de costumbre, un banquete descomunal para mí y un plato minúsculo y apenas nutritivo para ella. Como de costumbre, se comió su ración y la mitad de la mía.
Estaba animada y divertida, hablamos de todo, lo pasamos bien, salí contento del encuentro. Siempre pensé que si un día escribía sobre Carmen Balcells llenaría varios volúmenes. Ahora que me pongo a hacerlo, no tengo palabras. A los que piden que diga algo, sólo puedo ofrecerles mis disculpas. Me he quedado mudo.
Mi amistad con Carmen se remonta a 1965 y ha sido y es mi agente desde hace casi cuarenta años. Durante este tiempo, nunca se me ocurrió leer una sola cláusula de los contratos que me pasaba a la firma, como nunca dejé de cumplir a ciegas los consejos que me daba, en el terreno literario y, sobre todo, en el terreno personal. Y puedo asegurar que Carmen ha intervenido en los momentos más importantes de mi vida.
Lo demás es de conocimientos general y son sólo palabras: la perspicacia como lectora, el talento para los negocios, la generosidad desbordante, la ocurrencia genial, la anécdota extravagante, la lágrima fácil, la risa constante, la autoridad intelectual y moral. Sin otro material que la inteligencia, la energía y la entrega construyó algo equivalente al imperio romano y lo mantuvo día a día y piedra a piedra.
Ahora no es el momento de la historia ni de la valoración ni del elogio, sino del desconsuelo.