OBRA CUMBRE DEL ARTISTA
Tras la tensa y no del todo satisfactoria experiencia del disco con Fito Páez, 'Enemigos Íntimos' (1998), Joaquín Sabina se encierra a componer en solitario mientras busca un productor que pueda darle un sonido más fresco a sus canciones.
El productor resultó ser el ex Tequila Alejo Stivel, quien por aquel entonces no era tan reputado en estas labores como en la actualidad, aunque fue capaz de llevar al máximo el éxito de La Oreja de Van Gogh y M Clan.
Ambos se conocían de largas noches en la casa madrileña de Sabina en Tirso de Molina, en las que éste cantaba a altas horas sin la presión del estudio y el escenario. Eso fue lo que Alejo Stivel trató de atrapar, haciendo que Joaquín no cantara, sino que recitara con su voz ya rota.
El primer single, que da título al disco, '19 Días y 500 Noches', provocó un impacto inicial ciertamente considerable. Una vez superada la impresión de un cantautor que no se molesta en cantar y que se centra en recitar largas letras, la cosa funcionó y de qué manera.
El disco despachó 600.000 unidades desde su publicación el 14 de septiembre de 1.999, mientras el largo estribillo de '19 Días y 500 Noches' se acomodaba tranquilamente en la cultura popular española de nuestro tiempo. Sin prisa pero sin pausa, hasta convertirse en clásico.
Rumba, ranchera, milonga, merengue, pop... esos son los estilos que se desperdigan por el álbum en canciones como 'Dieguitos y Mafaldas', 'Una Canción para la Magdalena' (musicada por Pablo Milanés), 'Cerrado por Derribo', 'Donde habita el Olvido'... todas ellas con unos textos majestuosos que dan fe de la madurez de un poeta que se convierte en inmortal cuando agarra la guitarra.
El paso del tiempo no ha hecho otra cosa que certificar a '19 Días y 500 Noches' como la obra cumbre de un artista que por aquel entonces acumulaba ya más de 20 años de trayectoria. A pesar de que ya estaba en el pedestal de la música española, con este disco terminó de rematar la faena, dejando un legado imborrable para la posteridad. Puro y sincero Sabina, sin trampa ni cartón.