ATRAE A MILES DE TURISTAS
Las vertiginosas vistas del nuevo puente de cristal más largo del mundo atraen a diario a miles de intrépidos en el noreste de China, donde este tipo de pasarelas se han puesto de moda para atraer a turistas que desafían al miedo para experimentar la sensación de pasear "en el aire". Solo los más atrevidos recorren con paso firme los 488 metros de longitud de esta construcción que "flota" a 218 metros sobre dos acantilados en el parque natural de Hongyagu, cerca de la localidad de Banshan, mientras que la mayoría se ayudan de las barandillas para dar tímidos pasos sobre esta pasarela de vértigo.
"Me da la sensación de que me voy a caer, me pongo muy nerviosa. Tengo un poco de vértigo si miro mucho rato hacía abajo, por eso ni me atrevo a mirar", confiesa la joven Zhang Nan, que camina lentamente por la pasarela de cristal agarrada del brazo de dos amigos. Este nuevo puente no tiene ninguna utilidad práctica, sino que simplemente pretende convertirse en una atracción turística para promocionar Hongyagu, un parque natural hasta ahora prácticamente desconocido, a unos 350 kilómetros al suroeste de Pekín.
De momento, parece haberlo conseguido, ya que desde su reciente inauguración unas 2.000 personas acuden a diario hasta este remoto lugar de la provincia de Hebei simplemente para sentir la escalofriante sensación de estar caminando "en el aire". "Lo que más me gusta del puente es el sentimiento de que se me acelere el corazón", asegura otra turista, Cui Meng.
En el centro de la pasarela, construida por 1.077 placas de cristal de tan solo cuatro centímetros de grosor, todos buscan el mejor "selfi" para presumir luego en las redes sociales. El paseo, sin embargo, no es apto para cardiacos, especialmente cuando sopla algo de viento y la pasarela se mueve sin remedio. Los atrevidos también tienen que lidiar con los primeros copos de nieve de este invierno, que hacen que el cristal sea más resbaladizo que de costumbre.
"He venido para retarme a mi misma", admite otra turista, Gao Xueqian, que confiesa estar atemorizada y no quiere mirar a través del suelo transparente para no ver el vacío bajo sus pies. La llegada al puente, en lo alto de la montaña, también es toda una aventura: los turistas tienen que subir a pie más de 2.000 escalones empinados, ya que la construcción del teleférico no estará finalizada hasta mediados de año.
Estos puentes de vértigo causan furor en China, donde cada provincia compite para atraer a cientos de millones de turistas internos que se mueven cada año por el territorio nacional. "Hemos construido el puente para promover el turismo, buscar la emoción y probar cosas nuevas", explica el responsable del puente, Liu Qi, de la firma Bailu Group, que ha invertido más de 100 millones de yuanes (15,4 millones de dólares, 12,8 millones de euros) en el proyecto.
Estas estructuras son una apuesta segura, afirma, porque a los chinos les encantan los puentes de cristal y viajar. Por eso, ahora la moda es romper récords que seduzcan a los turistas. Desde 2016, el récord del puente de cristal más largo del mundo lo tenía la impresionante estructura de 430 metros del parque natural de Zhangjiajie (provincia de Hunan), lugar que inspiró los mundos fantásticos que aparecen en la película Avatar.
China alberga la mitad de los puentes más largos del mundo y en su territorio cuelgan unos 60 puentes de cristal, según los medios locales. Sin embargo, desde que en 2015 una pasarela en la provincia central de Henan fuera clausurada poco después de su inauguración al descubrirse griegas en el cristal, lo que más preocupa a los visitantes es la seguridad.
Pero según Liu, el puente es "absolutamente seguro" ya que la pasarela está diseñada para aguantar a más de 2.000 personas a la vez, pero solo se aceptan 600, además de ser capaz de soportar terremotos de hasta 6 grados de magnitud y huracanes de fuerza 12 (la máxima en la escala de Beaufort). La locura por "innovar" con este tipo de atracciones ha llevado incluso a incorporar efectos especiales en ellas. Recientemente, se convirtió en viral un vídeo en el que un guía chino se tiraba al suelo aterrado cuando aparecían grietas -creadas por un efecto visual y sonoro- en un puente a más de 1.000 metros de altura ubicado en Hebei, al noreste.