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Según documentos de la NASA, los primeros en viajar al espacio exterior fueron unas moscas de la fruta en 1947. Volaron a una altura de unos 100 kilómetros dentro de un cohete, el V2 tomado como botín de guerra a los alemanes. No ha trascendido si estas moscas tuvieron nombres propios pero sí que lo que los científicos querían estudiar con su viaje era los efectos de la radiación a gran altitud.
Genéticamente, esta especie tiene mucho más en común con el ser humano de lo que podríamos imaginarnos. Alrededor del 75% de todos los genes causantes de enfermedades presentes en los seres humanos tienen análogos en el código genético de la mosca de la fruta. Por lo tanto, estudiar estas moscas puede enseñarnos mucho sobre nuestra propia composición genética, de ahí que sea una de las razones de peso por las que estos insectos son tan populares entre los investigadores biológicos.