El punto máximo del eclipse se ha producido en torno a las 22:15 horas, pero la fase de totalidad ha comenzado casi una hora antes -aunque en ese momento era difícilmente perceptible debido a la claridad que todavía había- y se ha prolongado hasta pasadas las 23:00 horas.
La sombra de la Tierra ha eclipsado la luna, pero en los lugares donde el fenómeno ha sido visible y a través de las diferentes retransmisiones por internet se ha comprobado que el astro no ha llegado a desaparecer por completo, ya que los rayos de sol difuminados a través de las diferentes capas de la atmósfera sí han contribuido a iluminar, aunque muy débilmente, la cara visible de la Luna.
Su aspecto ha sido además ligeramente rojizo, debido, según han explicado varios científicos durante las retransmisiones, a la cantidad de partículas en suspensión provocadas por las emisiones de varios volcanes durante los últimos meses.
El fenómeno ha sido visible en toda Europa, África, Asia y Oceanía, según los datos del Observatorio Astronómico Nacional, que ha recordado que cada año se producen entre cuatro y siete eclipses, incluyendo los de Sol y los de Luna, y que normalmente suelen ir acompañados, de forma que uno se produce transcurrido medio ciclo lunar después del otro.
En este caso, el eclipse de luna se ha producido entre dos eclipses parciales de sol: el eclipse del pasado 1 de junio, que fue visible en el Este de Asia y en los extremos más septentrionales de Norteamérica y Europa; y el eclipse del próximo 1 de julio, que será visible en el sur del Océano Índico y en la Antártida.
Desde el Teide, la imagen se ha transmitido además a través de varias televisiones por internet y de páginas web de fundaciones, de agrupaciones astronómicas y de museos. En su cumbre se han congregado decenas de científicos y de aficionados, llegados desde varias ciudades españolas, que han contemplado además durante el crepúsculo cómo a la alineación perfecta que formaban el Sol, la Tierra y la Luna se sumaba la sombra del volcán.