Hallazgo
El estudio revela también que los tres individuos tenían ascendencia de Yemen, Marruecos y Túnez
¿Cómo serían las caras que hay detrás de las momias del Antiguo Egipto? Esto es lo que se planteó un grupo de científicos especializados en genética de un laboratorio de Estados Unidos que ha reconstruido con detalle tres rostros de hace más de 2.000 años de antigüedad y procedentes de una comunidad ubicada a orillas del Nilo.
En concreto, se corresponden con tres hombres con una apariencia genética de unos 25 años que ha sido basada en que su complexión era de color marrón claro, sus ojos y su pelo eran oscuros y no tenían pecas.
Así lo ha detallado el estudio presentado por Parabon NanoLabs, quienes están especializados en fenotipación de ADN, durante una conferencia internacional celebrada en Florida. En ella, la directora de bioinformática de la firma, Ellen McRae, detalló cómo habían empleado técnicas avanzadas de predicción de los rasgos que se pueden llegar a observar de un individuo como estos con un ADN antiguo de 2.000 años.
Así es cómo han descubierto su aspecto físico pero también que los tres protagonistas de este estudio tenían ascendencia judía y raíces de Yemen, Marruecos y Túnez. Una serie de características que llegó a sorprender a los propios investigadores. “A todos nos fascinó ver que el ADN no era más parecido al de los egipcios modernos”, explicó McRae, quien afirmó que “solo uno parecía egipcio, los otros eran más bien del sur de Europa”.
Una distancia que podría derivarse de la carga genética ascendente que poseen. “Si se compara genéticamente a esos individuos con las poblaciones modernas, su ADN era más similar al de los individuos de Yemen, Túnez y Marruecos, y no tanto a la de las personas que viven hoy en Egipto”. De hecho, incluyó ésta, “podrían haber venido de otras partes del Mediterráneo y no muestran ningún ancestro africano, mientras que los egipcios modernos sí lo hacen”.
Técnica realizada
Pero, ¿cómo llegaron a estas conclusiones? Para el equipo de Parabon NanoLabs fue todo un reto, puesto que el ADN era muy antiguo y se encontraba dañado por su exposición medioambiental. No obstante, acudieron a una imputación de baja cobertura para averiguar los datos que faltaban de determinadas secuencias. Es decir, una herramienta avanzada que permite averiguarlas a partir de las piezas circundantes que se encuentran en buenas condiciones.
Así es cómo llegaron al resultado final. Una conclusión, unos rostros, sobre los que McRae destaca la importancia. “Si podemos hacer esto con un ADN de hade 2.000 años, por supuesto que podemos hacerlo con uno de 50”. Lo único que hay que hacer es ponerse a ello.