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Los astronautas que vayan a Marte le echarán un pulso al cáncer

El RAD montado en el Curiosity tiene un instrumento que imita la piel humana y analizó las partículas que impactaban en sus sensores durante 253 días, y los resultados indican que recibirán dos tercios de toda la radiación.

Lo bueno de mandar a Marte un robot del tamaño de un todoterreno es que caben muchos extras. Uno de ellos, conocido como el instrumento RAD, acaba de hacer las primeras mediciones directas de la radiación que sufriría un astronauta que viajase a Marte de ida y vuelta.

El aparato montado en el robot Curiosity y dotado de un instrumento que imita la piel humana, pasó los 253 días de travesía hasta Marte registrando la cantidad de partículas que atravesaban la nave e impactaban en sus sensores. Los resultados, publicados en Science, indican que los http://www.antena3.com/temas/noticias/nasa-1.html||| NASA barajan límites máximos de radiación para toda la vida de un astronauta de 1 sievert . Los nuevos datos están tan cerca del límite, que pueden tener serios condicionantes para realizar una misión a Marte como la que planea la NASA para la década de 2030 u otras aventuras privadas que pretenden enviar astronautas voluntarios dentro de cinco años.

"Este es claramente un problema de aceptar el riesgo", admite Hassler. "Las misiones privadas no están obligadas a cumplir los límites de las agencias oficiales y por ejemplo Dennis Tito podría mandar astronautas [a Marte] sin necesidad de cumplirlas", explica Hassler. Se refiere a la misión Inspiration Mars, presentada este año por Dennis Tito, un multimillonario estadounidense que en 2001 fue el primer turista espacial en viajar a la Estación Espacial Internacional. Tito planea ahora una misión de ida y vuelta sin bajar de la nave en 2018. El plan es proteger el vehículo lo máximo posible de la radiación y tratar los futuros tumores de la pareja pionera en Tierra, si es que los desarrollan. Mientras, otro grupo privado, Mars One, apadrinado por un premio Nobel de Física, quiere enviar voluntarios a partir de 2023 para crear una colonia en el planeta rojo. Aunque se trata de un viaje sólo de ida, la organización dice haber recibido 78.000 solicitudes.

El precio de cruzar ese límite máximo de un sievert de radiación es un aumento de un 5% de las probabilidades de morir de cáncer. Esto puede parecer poco si se considera que cualquier hombre que nunca abandone la Tierra tiene en torno a un 12% de posibilidades de contraer cáncer de próstata, como resalta la web de Mars One. Pero, según se miren, los datos pueden parecer más preocupantes. Por ejemplo, según un estudio que Mars One usa como argumento, una mujer de entre 25 y 34 años tiene un riesgo de morir de cáncer tras el viaje a Marte de un 16,7%, mientras que en Tierra, las probabilidades de que una mujer muera de cáncer a los 75 años son de un 9% .

"Este es claramente un problema de aceptar el riesgo"

Un fumador de esa edad tiene un 15% de probabilidades de morir por cáncer de pulmón. El problema es que los astronautas acumularían muchos de los riesgos naturales de cáncer que tienen los terrícolas más los asociados al viaje espacial.  Esto ejemplifica el gran problema de planear excursiones a Marte: los cálculos de riesgo son inciertos y hay tantas variables en juego que es casi imposible trabajar con niveles muy altos de certeza.

"Este problema tiene que ser solucionado de una forma u otra antes de que los humanos puedan viajar al espacio profundo durante meses o años",  explica Cary Zeitlin, coautor del trabajo e investigador del SWRI. Si ir a Marte se convierte, como dice Hassler, en una cuestión de forzar los límites aceptables de riesgo, hacerlo será mucho más fácil para empresas privadas que para agencias públicas. En otras palabras, las corporaciones ganarán la carrera a Marte.

"Los 0,6 sieverts están demasiado cerca de los límites para ser considerados aceptables", opina Alessandra Menicucci, una experta de la Agencia Espacial Europea que estudia nuevos materiales para aislar naves espaciales tripuladas de la radiación. "La ESA nunca aceptaría este nivel de riesgo, pero gente como Denis Tito, sí", comenta. Por eso, señala, las agencias espaciales como NASA o ESA no han concretado aún sus planes para mandar humanos a Marte.

El ser humano no está hecho para vivir en el espacio. El mayor peligro es la radiación en forma de átomos que pierden sus electrones y pasan a ser iones cargados que viajan a altas energías. El equipo del RAD ha analizado los dos grandes tipos de radiación espacial. La más peligrosa procede de rayos cósmicos, compuestos por partículas provenientes de fuera del sistema solar y que han sido aceleradas a altísimas energías por los campos magnéticos de la estrellas y otros cuerpos. Este tipo de radiación es baja, constante y la más difícil de combatir, ya que se frena muy poco por muy gruesa que sea la pared protectora de la nave. El otro tipo de radiación viene del Sol en forma de partículas energéticas solares, protones que viajan a menos velocidad, pero que pueden llegar a ser nocivos en caso de tormentas solares.

"Un vehículo que lleve a humanos al espacio profundo tendrá seguramente un refugio de tormentas contra las partículas solares", explica Zeitlin, pero añade, "los rayos cósmicos son más difíciles de parar y hasta un casco de aluminio de un pie [30 cm] no cambiaría mucho la dosis recibida".

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