Cambio climático
Los expertos y científicos luchan contrarreloj contra el cambio climático y el calentamiento global. Entre las propuestas, se encuentra este arriesgado proyecto para enfriar el planeta Tierra.
El cambio climático es una realidad y una de sus consecuencias más tangibles es el calentamiento global, que nos llevó a que el pasado 22 de julio se registrara el día más caluroso en la historia de la Tierra, según un análisis de la NASA de los datos de temperatura diaria global. Además, en los últimos 13 meses se han alcanzado máximos históricos que han llevado a olas de calor mortales, aumento del nivel del mar y otros fenómenos extremos. Para luchar contra esta situación, que podría acabar con la vida en nuestro planeta tal y como la conocemos, miles de científicos en todo el mundo trabajan sin descanso y dedican todos sus recursos a estudiar cómo revertir la acción del hombre.
En este contexto de necesidad de intervenciones radicales, la geoingeniería es un campo que cada vez atrae más miradas, es decir, los estudios y técnicas para alterar intencionalmente el clima. Es la especialidad de David Keith, quien tiene un proyecto que parece tan prometedor como arriesgado. El profesor de la Universidad de Chicago que desarrolló su carrera en Harvard propone pulverizar un contaminante en el cielo para bloquear la luz solar. Asegura que los beneficios serían mayores que el peligro que supone que el clima del planeta esté cambiando de una forma tan rápida por motivos artificiales.
"Lo único más peligroso que su solución puede ser no usarla en absoluto"
Como él mismo explica, el trabajo de su "vida" tiene como origen un volcán entró en erupción en Filipinas durante su posgrado en 1991, lo que provocó que una enorme nube de ceniza cubriera el cielo y que 17 millones de toneladas de dióxido de azufre se esparcieran por la estratosfera, reflejando parte de la energía del sol fuera de la Tierra. Como resultado, las temperaturas cayeron el año siguiente alrededor de 17 grados Celsius de media en el hemisferio norte. Desde entonces, Keith considera que sería posible reducir las temperaturas en todo el mundo, mitigando el calentamiento global, al liberar intencionalmente dióxido de azufre en la estratosfera.
El doctor en física experimental defiende que, si la técnica pudiera desacelerar la subida de temperaturas en el planeta incluso en un grado Celsius durante el próximo siglo, podría ayudar a prevenir millones de muertes relacionadas con el calor cada década. Según sus cálculos, un planeta transformado mediante geoingeniería solar no sería notablemente más oscuro durante el día, pero sí podría producir un tipo diferente de crepúsculo, con un tono anaranjado.
Este ambicioso proyecto no está exento de polémica, hasta el punto de que sufrió un gran fracaso en el intento de realizar una prueba inicial para un experimento de geoingeniería solar conocido como Scopex. El entonces profesor de Harvard quería liberar varios kilos de polvo mineral a 20 kilómetros de altitud y observar cómo se comportaba el polvo mientras flotaba en el cielo. En 2018 no encontró ningún socio para lanzar un globo a gran altitud y, cuando se hicieron públicos los detalles de ese plan, un grupo de indígenas se opuso y publicó un manifiesto contra la geoingeniería.
Tres años después, Harvard contrató a la corporación espacial sueca para que lanzara un globo que transportaría el equipo para la prueba, pero los grupos locales volvieron a levantarse en protesta. "Una lección que aprendí de esto es que si volvemos a hacerlo, no abriremos de la misma manera", señaló.
La geoingeniería ha encontrado en los investigadores, expertos y ambientalistas tanto apasionados como fuertes detractores. Sus defensores ven esta idea como una forma relativamente barata y rápida de reducir las temperaturas mucho antes de que el mundo haya dejado de quemar combustibles fósiles. De hecho, la Universidad de Harvard tiene un programa de geoingeniería solar. La Unión Europea, por su parte, pidió el año pasado un análisis exhaustivo de sus riesgos y animó a los Estados miembros a discutir sobre cómo regular un posible despliegue de la tecnología.
Sin embargo, aunque sobre el papel parezca una solución factible al problema del cambio climático, la realidad es que los resultados pueden ser impredecibles. Esto se debe a que la acción no se limitaría a una zona en particular del planeta porque se emplearía la estratosfera. Así, podría alterar los sistemas naturales, como crear lluvia en una región árida mientras se seca la temporada de monzones en otra. Los opositores alertan de que la liberación intencional de dióxido de azufre podría provocar que finalmente se traslade este químico de la estratosfera al nivel del suelo, donde puede irritar la piel, los ojos, la nariz y la garganta y puede causar problemas respiratorios. Además, temen que un programa de geoingeniería solar que dé problemas no se pueda detener una vez se haya iniciado.
"La idea de rociar compuestos de azufre es arrogante y simplista"
"La idea de rociar compuestos de azufre para reflejar la luz del sol es arrogante y simplista", afirma el ambientalista canadiense David Suzuki en declaraciones a 'The New York Times', y añade: "Tecnologías tan poderosas como estas tienen consecuencias imprevistas y no tenemos idea de cuáles serán". El físico atmosférico de la Universidad de Oxford Raymond Pierrehumbert apoya la idea de que se trata de una grave amenaza para la civilización humana y es "activamente peligroso" investigar al respecto.
De momento, tras el fracaso del experimento Scopex en Suecia, el doctor Keith tomó la decisión el año pasado de dejar la Universidad de Harvard tras 13 años de trabajo en esta línea, para mover sus ambiciones a la Universidad de Chicago. Entiende, en cualquier caso, que los riesgos que plantea la geoingeniería solar son bien conocidos, no son tan graves como los describen los críticos y son eclipsados por los beneficios potenciales. "Lo único más peligroso que su solución puede ser no usarla en absoluto".
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