Ni el Halcón Milenario usando la velocidad de la luz habría podido ganar la carrera de Singapur al RB9 de Sebastian Vettel. Dominio espectacular del de momento tricampeón del mundo en Marina Bay en una noche en la que nadie ha podido bailar al ritmo que marcaba el alemán y en la que el segundo puesto de Fernando Alonso era el máximo premio posible para el resto de pilotos que trasnocharon al volante de sus monoplazas.
Porque sólo durante unos metros Sebastian no ha liderado la prueba. Metros que fueron en la primera vuelta, en un arranque en el que Nico Rosberg le asomó el morro en el momento de mayor preocupación para Vettel y para su victoria. Porque a partir de ahí nadie, absolutamente nadie, fue capaz de pararle. Fue capaz de seguir su ritmo, de igualar sus cronos. Porque en cuanto cruzó la línea de meta por primera vez comenzó a volar.
Comenzó a desplegar las alas de su máquina violeta. A pintar todo de morado y a sacar entre uno y dos segundos a sus dos máximos rivales. A hacer perder las esperanzas al Mercedes de Nico Rosberg y al Ferrari de Fernando Alonso. Y al resto también. Resto que veía en un 'safety car', en el de cada año, la única opción de poder hacer algo. La única manera de poder meter mano a Sebastian.
Pero nada. Ni con esas. Es más, con esas Vettel fue incluso más superior. Fue incluso más dominador de la noche de Marina Bay y a hacer que su coche pareciera incluso de una competición diferente a la F1. Porque su coche, con unas gomas con alguna que otra vuelta más que la de otros que sí pararon durante el 'safety car'. Dos segundos, segundo y medio... eso era lo que aventajaba en cada vuelta al resto.
Alonso, inmenso
Y todo para defenderse de Alonso. Para defender la victoria, los 25 puntos de Marina Bay, de Singapur, de una de las carreras más duras del campeonato, del piloto asturiano. Porque de nuevo volvió a sacar lo máximo del Ferrari, de nuevo volvió a demostrar que con un monoplaza falto de ritmo es capaz de hacer un podio, de hacer un segundo puesto y lograr una medalla de plata en una pista en la que arrancaba séptimo.
Séptimo, puesto que no ocupó durante mucho tiempo. Porque nada más apagarse el semáforo hizo lo que él mejor sabe hacer. Hizo una de sus mejores salidas en la historia de la F1 y pudo pasar, arriesgando todo lo posible y sin miedo a nada porque nada había que perder, a cuatro coches de golpe. Y no a cuatro cualquiera, sino a Massa, a Webber, a Hamilton y a Grosjean... sabiendo lo 'activo' que es Romain en los arranques.
A partir de ahí, a fiarlo a la estrategia. Y la estrategia le dio una de cal y una de arena. Porque la estrategia, en la primera parada, hizo que saliera detrás de un Di Resta que frenó el ritmo del asturiano. Pero la segunda parada fue clave, la segunda y última parada, porque aprovechó el 'safety car' para cambiar gomas y para aguantar más de 30 vueltas con los mismos neumáticos y sin temor a perder su segundo puesto.
Kimi, podio tras su fichaje por Ferrari
Y es que el primero y el segundo del Mundial dieron una auténtica exhibición sobre Marina Bay. Y también la dio el tercero en discordia. Porque Kimi Raikkonen no quería ser menos y pudo colocar a su Lotus en el podio a pesar de sus problemas de espalda y de su mala clasificación de los sábados. A lo máximo que podían aspirar tanto Fernando como Kimi en Singapur... a estar en el cajón del podio con Vettel.
Un Vettel que cada vez ve más cerca el tetracampeonato. Porque mucho tiene que cambiar la dirección del viento en las carreras que faltan de Mundial. Ya no sólo porque mucho tienen que mejorar los demás, sino porque mucho tiene que empeorar el Red Bull y muchos ceros tiene que sumar de aquó al final del campeonato. Siete puntos más de margen tiene Seb con respecto a Fernando. Y con esos siete ya son 60 los que separan a uno de otro.