FERIA DE SAN ISIDRO 2016 | 30 DE MAYO
Rafaelillo cautiva con su verdad y Castella deja escapar un lote de triunfo
El diestro Rafael Rubio 'Rafaelillo' volvió a cautivar Madrid por la sinceridad y verdad de su toreo, dando una vuelta al ruedo, en una tarde en la que el francés Sebastián Castella dejó escapar un lote de 'adolfos' de triunfo grande.
La sinceridad es la base fundamental para cualquier relación. Lo es en la amistad y qué decir en el amor. Pero en el toreo, y sobre todo en Madrid, es también condición 'sine qua non' para emocionar a los tendidos y lograr que se entreguen completamente, sin importarles la cota artística o si el toro es bueno o malo.
Cuando hay un hombre honesto en el ruedo que se vale del valor y la verdad como únicas armas, cuando se está dispuesto a tirar la moneda al aire a pesar de que la recompensa pueda ser mínima y cuando su propia vida queda en un segundo plano, al servicio siempre del espectáculo y de su propio orgullo, la plaza de Las Ventas se rompe de verdad.
Así, exactamente así, estuvo Rafaelillo, un torero ya veterano y curtido en mil batallas cuya sinceridad hace engrandecer su propia alma tarde tras tarde.
Podrá gustar más o menos en lo artístico, pero lo que es innegable es que en su toreo no hay ni una sola migaja de mezquindad.
El concepto del murciano brota del corazón, cimentándolo sobre los mimbres de la entrega y la franqueza. Y eso que tardó en entrar en la tarde, después de no acabar de salir de detrás de la mata en su primero, un 'adolfo' noble, frenadito y a menos, que se dejó sin más, y con el que anduvo simplemente aseado.
Lo gordo vino en el cuarto, un toro que, más que peligroso, fue avieso; muy tardo, arreando y volviéndose en un palmo, a la caza del torero, hasta que directamente se negó a pasar.
La apuesta esta vez de Rafaelillo fue total, sin volverle la cara a la adversidad en ningún momento; y eso que cada arrancada del 'adolfo' era una amenaza de atentado a las femorales del de Murcia, que, plantado férreamente en el ruedo y metiéndose entre los pitones, 'a la trágala' que se dice por lo mucho que tuvo que aguantar y exponer, logró emocionantes muletazos por lo impensables que eran de antemano.
Qué arrojo, qué gallardía, qué firmeza, qué bien y qué emotivo estuvo Rafaelillo con el toro. Lástima del pinchazo previo a la estocada final, aunque así y todo le pidieron la oreja. Todo quedó en una aclamada vuelta al ruedo.
La derrota de la tarde, le pese a quien le pese, no fue para Escribano, que sin estar del todo bien tampoco puede decirse que estuvo mal con un lote de lo más complicado.
El fracaso lo representó Sebastián Castella, que volvió a corroborar el mal momento que atraviesa al estar "como la Chata" con un lote de triunfo grande.
A su primero, de extraordinaria calidad, lo toreó sin compromiso, sin salirse en ningún momento de la línea, es decir, sin sitio, con poco ajuste y siempre para fuera, como si la ambición del pasado le hubiera abandonado.
Y en el quinto, aunque hubo varias tandas muy lentas y muy templadas al natural casi en el epílogo, el grueso de su labor acabó en el limbo otra vez por su propia falta de convicción.
Ficha del festejo
Toros de Adolfo Martín, bien presentados, muy en el tipo de su encaste, y de variado comportamiento.
Destacó sobre todo el extraordinario y enclasado segundo; el primero se dejó sin demasiado ímpetu y el bobalicón quinto tuvo mucha calidad por el izquierdo.
Por su parte, el tercero desarrolló complicaciones, el cuarto fue una alimaña; y el sexto, reservón y deslucido.
Rafael Rubio 'Rafaelillo', de azul pavo y oro: dos pinchazos y estocada (silencio tras aviso); y pinchazo y casi entera (aviso y vuelta al ruedo tras petición de oreja).
Sebastián Castella, de grana y oro: pinchazo y estocada fulminante (división de opiniones tras aviso); y estocada desprendida (ovación).
Manuel Escribano, de grana y oro: bajonazo (silencio); y media tendida y trasera (silencio tras aviso). En cuadrillas, José Chacón brilló en la brega al segundo.
Incidencias: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, presenció el festejo desde un burladero, y, representando a la Casa Real, Felipe Juan Froilán de Marichalar de Borbón ocupó también una contrabarrera 'del 2'. La plaza se llenó en tarde primaveral y progresivamente fresca.