SEVILLA | 13ª DE LA FERIA DE ABRIL

Destellos de Talavante en una tarde sin brillos

Alejandro Talavante cortó la única oreja de la tarde a un buen toro que se acabó pronto. Sebastián Castella estuvo muy por encima de su lote, pero con la grada a la contra. El Cid se encontró con el lote de mayor calidad, pero de menos raza. La raza la pusieron los toreros.

El primero de la tarde fue para El Cid, un tío de casi seiscientos kilos de preciosas hechuras pese al enorme volumen. Un toro noble de lo más dulce que da Jandilla al que el torero sevillano dibujó tres buenas series bien ligadas hasta que se paró, casi en seco. Atacado de kilos, no pudo más el animal. Se afanó Cid en las cercanías, pero no había nada que hacer. Mató de estocada certera.

Idénticas características las del cuarto. Extraordinaria calidad, poquísima fuerza, escasito de raza y con un evidente exceso de romana. Casi seiscientos kilos también. Cinco muletazos tomó con una clase fantástica, precioso tranco. De parte del toro los tendidos, se fue a por la espada El Cid. Gran estocada.

No esta siendo la Feria de Sebastián Castella. En su tercera en el ciclo hispalense, hasta el público le volvió la cara. No era fácil el toro, ni tenía mucho poder. Lo dosificó el francés, dándole respiro, sin tirones. Hasta ventajas le dio Castella. Cuando se quedó sin fuerzas el toro, se arrimó Castella, mucho. Lejos de agradecer el gesto, el público hasta le pitó. Incomprensible.

También con la plaza en contra, Castella se peleó con el peor toro de la corrida. Otro tío de 590 kilos que no se entregó nunca, con un peligro sordo que nadie escuchó ni quiso ver. Sebastián se fajó y se olvidó de lo de más. Peleó duro y le dio la faena que necesitaba.

Puro pellizco fue la primera faena de Alejandro Talavante, sobre todo al natural. Templados los muletazos, rota la figura y la mano cada vez más baja. Espectacular estononazo del matador extremeño que atronó al toro. La mejor de la feria, probablemente. Una oreja merecidísima.

Con la mitad del triunfo se quedó otra vez Talavante, ante un sexto toro, que como sus hermanos, se dejó al inicio, éste en las dos primeras series. Luego empezó a protestar, a mirar, a esperar. Y ahí acabó todo. Tuvo que entrar tres veces con la espada.

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