Ni un solo momento la familia de Adolfo Suárez ha dejado de velar al expresidente desde que se abrió la capilla ardiente en el Congreso de los Diputados, a las diez de la mañana. Sorprendida y emocionada, ha recibido las condolencias de todos los que han querido despedirse de él. Los hijos, nietos, hermanos y otros familiares del primer presidente de la democracia permanecen en el Salón de Pasos Perdidos, donde se ha colocado el féretro, y, de vez en cuando, se turnan para descansar un rato en una sala contigua.
A las 09:35 horas de este lunes, el coche fúnebre salía de la Clínica Cemtro de Madrid hacia el Congreso de los Diputados. El primer presidente de la democracia española llevaba ingresado en este centro desde el pasado lunes y este domingo falleció tras una larga enfermedad neurológica.
A las 10:00 horas el cortejo fúnebre hacía su aparición en el Congreso de los Diputados. Adolfo Suárez Illana encabezó la comitiva familiar que acompañó el féretro de su padre en su entrada a la Cámara Baja, portando en sus manos el estuche que guarda el Toisón de Oro con el que el Rey distinguió a Adolfo Suárez.
En la parte baja de la escalinata de la Puerta de los Leones recibieron el féretro el jefe del Ejecutivo, Mariano Rajoy, sus antecesores en el cargo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, y los presidentes del Congreso, Jesús Posada, y del Senado, Pío García Escudero.
También se encontraban los presidentes del Tribunal Constitucional, Francisco Pérez de los Cobos, y del Consejo General de Poder Judicial, Carlos Lesmes, así como el líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, y los miembros de las Mesas del Congreso y del Senado.
Diez soldados del Regimiento Inmemorial del Ejército de Tierra formaron el piquete de honor que portaba el féretro de Suárez, cubierto con la bandera nacional, hasta el Salón de Pasos Perdidos de la Cámara Baja, donde se ubica la capilla ardiente. Más de un millar de personas, que aguardan a las puertas para visitar la capilla ardiente, rompieron en aplausos en medio de un profundo silencio. Escoltando el paso del féretro en la escalinata estuvieron seis militares en representación de los tres ejércitos y de la Guardia Civil.
Los tres expresidentes vivos de la democracia, José Luis Rodríguez Zapatero, Felipe González y José María Aznar, fueron los primeros en rendir homenaje ante el féretro de su antecesor. Con una ligera inclinación de cabeza, y en fila de uno en uno, los expresidentes pasaron junto al ataúd, cubierto con la bandera de España.
Tras ellos, el primer miembro del Gobierno en mostrar sus respetos ante los restos mortales de Suárez ha sido el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, y a partir de ahí el resto del Gabinete, todos con una inclinación de cabeza. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, acompañado de su esposa, Elvira Fernández, ha hecho lo propio seguido de los Reyes.
Don Juan Carlos ha manifestado sentir "una gran pena" por la pérdida de Adolfo Suárez tras rendirle homenaje, acompañado por la Reina y la infanta Elena. La familia del expresidente estuvo durante casi una hora recibiendo el pésame de las diversas autoridades del Estado y representantes de los ámbitos político, económico y social de España, que asistieron a estos primeros actos del día.
A las 12:00 horas, la capilla ardiente ha quedado abierta al público. Muchas personas que se han acercado a la Cámara Baja para dar el último adiós al presidente más valorado desde la Transición dejan flores en una mesa que hay dentro de la sala mientras siguen llegando decenas de coronas, enviadas desde las más altas instituciones del Estado hasta cadenas de televisión o clubes de fútbol como el Real Madrid. Hay más de un centenar de coronas y como no caben ya en la capilla ardiente han tenido que ir dejándolas en el Vestíbulo de Isabel II.
Continúan acudiendo a la Cámara dirigentes políticos, entre ellos el expresidente catalán Jordi Pujol o exministros como Eduardo Serra y Juan Carlos Aparicio. Han venido también Carmen Menéndez, la viuda de Santiago Carrillo, el histórico dirigente del PCE, con sus tres hijos, un gesto que ha sido muy apreciado por el hijo mayor de Suárez, que se ha mostrado muy cariñoso con ella.
Durante estas ocho horas, cargadas de emoción para la familia y para todos los que se han acercado a mostrar su pesar, han pasado por el Congreso una decena de presidentes autonómicos, entre ellos el de la Generalitat, Artur Mas, cuyas declaraciones a los medios han sido consideradas fuera de lugar por hablar, aunque haya sido indirectamente, del debate soberanista catalán.
Históricos dirigentes políticos, que compartieron con Suárez alegrías y sinsabores, como José Pedro Pérez Llorca, Miquel Roca y Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, padres de la Constitución, así como Landelino Lavilla, presidente del Congreso en el 23-F, también han estado junto a la familia.
Del mundo de la prensa han acudido, entre otros, el presidente de RTVE, Leopoldo González Echenique, Pedro J. Ramírez, y uno de los dos fotógrafos de la Agencia Efe, Manuel Hernández de León, que inmortalizaron para la historia el asalto de Tejero al Congreso.
María del Mar Blanco, presidenta de la Fundación Víctimas del Terrorismo, se ha fundido en un fuerte abrazo con Adolfo Suárez Illana, y otro encuentro muy emotivo de este día ha sido cuando éste ha saludado al expresidente del Senado, José Federico de Carvajal, que ha llegado en silla de ruedas.
La que fuera durante años secretaria personal de Adolfo Suárez, Gádor Ongil, ahora diputada de la Asamblea de Madrid y senadora, ha querido estar también cerca de los familiares, como el torero Juan Padilla, que, como amigo personal, no se ha despegado estos días de los hijos de Suárez.
Junto a ellos, primero en el hospital y este lunes en el Congreso, ha estado el padre Ángel, de Mensajeros de la Paz, y también entre los que han venido alguien ha descubierto a Braulio, aquel famoso cartero que encarnó el actor Jesús Guzmán en la serie 'Crónicas de un pueblo', muy popular al final del Franquismo. Y siguen llegando personalidades políticas y de otros ámbitos y también ciudadanos anónimos. Y es un largo adiós que no quiere tener fin.